Comida sana y mucho más. Así se podría definir a Finlandia.
La primera impresión al llegar al aeropuerto de Helsinki es de pulcritud, luminosidad (al menos en junio) y mucha gente alta, rubia y de ojos azules.
La primera comida aporta más cosas. Mucha comida sana, mucha ensalada y con poco o nulo apaño.
Lo del poco apaño lo seguí comprobando en días sucesivos. No ponen o en muy poca cantidad, sal en los platos. Y solo la traen a la mesa si se les solicita. Así no tiene mérito no ser hipertenso…
Mucha verdura cocida, casi al dente. Muy rica.
No se ven grandes platos de carne o pescado y los platos que los incorporan son en pequeñas cantidad, al menos para lo que estamos acostumbrados en el sur de Europa.
Otra cosa que me llamó la atención es gente comiendo con leche. Preguntado algún lugareño sanitario me explicó que pasan casi dos meses sin ver el sol y se hace casi necesario tomar lácteos para compensar.
Para acompañar las comidas la bebida que lleve alcohol es francamente cara. Y hablo de cerveza, que si pides un vino decente… más cara la bebida que la comida.
Mucha bici, mucho patín, muchos cascos y auriculares y muy poco coche.
En resumen, un país sano, sanísimo.
Pero que se permite sus alegrías con el vodka y el aquavit, que deja pálido al europeízo del sur al ver cómo no es extraordinario, a cualquier hora del día y no solo a gente marginal, tomar bebidas espirituosas de manera generosa.
Del sol de media noche hablaremos en otra entrada.