Castillo Rosemborg, Kongens Have en danés.
Los más antiguos (datan del s. XVII) y los más visitados de los jardines de la capital danesa, rodean este castillo, residencia de verano de los reyes daneses.
Una historia casi real
Hace frío, mucho frío en Copenhague. No es algo excepcional, ni siquiera es noticia, pero es algo que se palpa en el ambiente. Son esos días de invierno que el cielo se pone de un rosa plomizo y parece que se vaya a romper.
Caen algunos copos y ni siquiera la bufanda es suficiente para ahuyentar el frío. Y es que el aire, que no es muy intenso, es suficiente para clavar pequeñas agujas sobre la cara.
Por todo ello, la sensación de frío es mucho más intensa de lo que por la temperatura debería ser.
Aún con todo, los jardines del castillo Rosemborg se ven preciosos. 12 hectáreas de jardín inglés hasta donde alcanza la vista.
De vuelta al centro, la decoración navideña está ya por todas partes y el betusto Tívoli se ha engalanado para lucir más bonito que nunca.
Al otro lado de la plaza, el ayuntamiento con su lata torre, la estatua de Hans Christian Andersen, el hotel Palace empapelado de madera por todas partes,… el grandioso abeto en el centro,…
Rápidamente ha anochecido, iremos a cenar al puerto unos arenques puestos de mil maneras y luego alegraremos el cuerpo y el alma con el aquavit local, esa bebida nórdica que aleja el frío, los malos espíritus, las pesadillas,… y que hermana a todos los que lo disfrutan en la sobremesa.
Mañana quizás nos arrepintamos todos, pero esta noche disfrutamos del cielo vikingo en Copenhague. El castillo de Rosemborg era solo la excusa. 🙂
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