En pleno barrio judío, con una apariencia de ruin pub pero con mucho encanto, se encuentra este atípico restaurante en la capital húngara.
No esperes encontrar un goulash espectacular, ni siquiera comida húngara.
Se trata de un restaurante fundamentalmente israelí, no cocher a la vieja usanza, sino más bien nueva cocina y con fusiones a otras cocinas de otros países de Oriente Medio y de Marruecos.
El ambiente es desenfadado. Desde el personal que te recibe, al que te atiende o el que lleva la barra del fondo, son jóvenes, que se manejan bien con el inglés y que siempre lo adornan todo con una sonrisa.
La comida generosa y muy bien elaborada.
El ambiente muy especial, con plantas que bajan de la segunda planta, con los muros acondicionados para que parezca que están como hace 70 años,…pero todo muy bien cuidado.
No os defraudará.
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