Hay una canción en La Rioja que define nuestra historia más reciente, en los últimos 200 años: “La Rioja existe pero no es”, de Carmen, Jesús e Iñaki, himno de la lucha por la Autonomía de La Rioja.
El origen se pierde en los tiempos, pero el referente histórico más cercano de provincianismo riojano lo encontramos en 1783, cuando «se reunieron cincuenta y dos pueblos de la Rioja a tratar de los medios de facilitar la extracción de sus cosechas de vino que cada día se aumentaban y mejorarlo».
En 1787, Carlos III dio su visto bueno a la agrupación de «los representantes de los pueblos de Rioja», siempre bajo la supervisión del intendente de Burgos y, finalmente, siendo ya rey Carlos IV, el Gobierno aceptó que la Real Sociedad Económica de la Rioja castellana pudiera quedar formada por «un comisionado de cada uno de los pueblos de su demarcación».
Las primeras Juntas Generales se constituyeron el 8 de mayo de 1790 en la villa de Fuenmayor, presidías por el Intendente de Burgos.
Pero al César lo que es del César. Fue en diciembre de 1808 cuando el Ayuntamiento afrancesado de Logroño formalizó la primera petición oficial para constituir la provincia. Faltan aún cuatro años para el pronunciamiento de Santa Coloma.
Pero si los primeros pasos del sentimiento regional tenían objetivo económico, fue la Guerra de la Independencia la que aglutinó el resto de los intereses comunes. Desde los inicios, las fricciones entre los mandos de las Intendencias de Burgos y Soria y las partidas guerrilleras de La Rioja fueron continuas, lo que derivó en un sentimiento de unidad territorial frente a una autoridad que se sentía como foránea. Surgió entonces la Real Junta de la Comisión de Armamento e Insurrección General de La Rioja, radicada en Soto, que incluía al «…país comprehendido desde el río Tirón hasta el Alhama con inclusión de la ciudad de Alfaro y todas las serranías cuyas aguas corren al Ebro». La Guerra de Independencia será determinante en estos anhelos. Se crea la “Real Junta de la Comisión de Armamento e Insurrección General de La Rioja”.
Dentro del ejército popular organizado por los españoles para combatir al invasor francés, hubo tres unidades integradas por combatientes riojanos: “Regimiento provincial de Logroño”, que a partir de julio de 1810 pasó a ser de línea y abandonando su carácter provincial, “Batallón de voluntarios de Rioja”, con 1289 efectivos y “Escuadrón de húsares de la Rioja”, que en enero de 1814 contaba con 484 hombres y 476 caballos.
La convención de Santa Coloma tuvo lugar en diciembre de 1812, en plena Guerra de la Independencia: un significativo grupo de alcaldes se reunió en la villa riojalteña para reivindicar los derechos comunes de una tierra con personalidad propia, pero, hasta entonces, sin estatuto jurídico ni político.
Ese mismo año las Cortes de Cádiz habían promulgado un documento titulado «Constitución Política de la Monarquía Española» en el que se especificaba en el artículo 11 que «Se hará una división más conveniente del territorio español por una ley constitucional, luego que las circunstancias políticas de la nación lo permita.
En octubre 1821 se declaró a La Rioja como provincia independiente bajo la denominación de «Provincia de Logroño» y por capital Logroño.
Cuando Fernando VII regresó a nuestro país, anuló por completo la obra de los constitucionales y, aunque posteriormente no tuvo más remedio que jurarla, nuevamente volvió a dejar sin efecto los actos del Gobierno Constitucional, por lo que quedó sin efecto el decreto de 1822, que dividía el territorio nacional en 52 provincias.
Deberían esperar hasta noviembre de 1833, el mismo año de la muerte de Fernando VII, inicio del reinado de Isabel II, bajo la regencia de su madre y comienzo de la primera guerra carlista. Su autor fue Javier de Burgos, ministro de Fomento. De ese modo, así surgió administrativamente en base a 121 pueblos de la provincia de Burgos y de 170 de la de Soria, desglosados de la siguiente forma: 6 ciudades, 178 villas, 6 lugares, 98 aldeas y 3 despoblados y caseríos.
Ya no sólo existíamos, ya éramos.