Cuando vas a conocer una ciudad o un pueblo, visitas los lugares más emblemáticos y los que más se ajustan a tu perfil de cosas que te gustan, de actividades que te interesan,…
Algo parecido ocurre con el personal autóctono, en función de los servicios que cada zona, calle,… ofrece.
Con la suma de todas las opiniones, costumbres, tradiciones,… se configura un mapa de cada lugar con zonas más o menos visitadas. Pero ello no quiere decir que el resto no tengan interés o no sean bonitas o no tengan encanto. Muy al contrario, muchas veces son esas zonas que decimos que conservan el encanto, que mantienen la tradición y que aún no se han visto salpicadas de la presencia masiva del personal que seguro que tiene cosas buenas, pero que también obliga a pagar los peajes de la masificación, la falta de intimidad, ausencia de identidad,…
Este rincón que os traigo está en Panticosa y es uno de ellos.