La carretera de Tossa de Mar a San Felíu de Guisols va delimitando el mar de la tierra, en sucesión de curvas y contracurvas. Tan preciosa que invita a levantar constantemente la mirada de la carretera y por ello tan peligrosa.
El mar se levanta excelso aquí y allá, dándonos unas cajitas minúsculas pero divinas.
Viendo el mar bravío por la Tramontana, o los pinos mediterráneos que sirven de envoltura al azul cristalino del mar y que han ido adoptando formas caprichosas por el viento continuado, uno se da cuenta que, aunque los humanos nos seguimos empecinando en matar a este mar interior, sigue estando maravillosamente vivo.