Orientada al norte y lejos del Sardinero, la Magdalena y todo el Santander turístico, este rincón, muy apreciado por los santanderinos, permite ver el mar bravo en estado puro.
No hace mucho se abrió un centro de interpretación de la zona, con ciertas limitaciones, pero que ha permitido construir un espléndido mirador sobre el mismo. Y desde allí ver las legiones de olas dirigirse a la conquista de la costa, que resiste día a día, milenio a milenio.
Ver la erosión en las rocas o el subir de la marea por momentos es maravilloso. El tiempo parece pararse y el viento, el batir de las olas y la soledad de la zona en un día nublado te permiten aislarte y fundirte con la Naturaleza.
Cerca de esta zona hay unos barecitos de toda la vida, sin pretensiones pero con buena materia prima, donde descansar y huir del viento.
Ahí enfrente la estatua amarilla del marinero, siempre sin poder llegara tierra.
No lejos queda el pequeño castillo de carbonera, Liencres,… Pero es es ya otra historia.
Hay un restaurante en Santander, fuera de los circuitos que frecuentan los turistas, que hacen que merezca la pena una escapada a la capital de Cantabria.
Su propietario, Koldo, es un auténtico fenómeno.
Con los chefs pasa como con los médicos, se da por hecho que saben cocinar. Por ello valoras y agradeces un trato próximo, unas recomendaciones acertadas a la hora de elegir el menú… un hacerte sentir como en casa, o como el mejor cliente que jamás tuvo el restaurante.
La comida que recientemente disfruté me hace llorar de gozo solo con recordarla.
Hay un café en la plaza de Pombo de Santander que lleva el mismo nombre y que permite, según se cruce el umbral de la puerta o quedarse en la terraza de dos placeres: en el interior disfrutar de uno de esos cafés con aire del s. XIX, con camareros vestidos como en los años sesenta y donde se puede degustar un buen café. O por el contrario disfrutar de la agradable temperatura del exterior mientras los niños juegan en la plaza y si tienes suerte ver enfrente el mar. Dos delicias al precio de una-.
Para los que visitan Santander, sus paseos suelen discurrir por el puerto, la península de la Magdalena, los jardines de Piquío, como mucho hasta el faro.
Para los asiduos y no digamos para los santanderinos, hay una zona menos turística, con más sabor a Cantabria, al norte. Es la zona de la playa de la Maruca, de la ría de San Pedro del Mar. La mar es mucho más brava, las tascas tienen más sabor,… tiene infinitamente más encanto.