Lo bueno: la simbiosis de color, de formas,… con el entorno de viñedos interminables a los pies de Sierra Cantabria. O la grandiosidad comedida del proyecto que se asemeja a otras obras del ilustre Calatrava pero es diferente a todas ellas.
Lo malo: como pasa con otras obras del genial arquitecto valenciano, defectos de construcción, mal envejecimiento de la obra,…
Es domingo por la mañana. Los lugareños del pueblo de Laguardia, en la Rioja alavesa, salen a dar un paseo, llegarse hasta la iglesia de Santa María de los Mártires, ver los viñedos que rodean la localidad, volver a los alrededores de la plaza del ayuntamiento, tomar un aperitivo, ver los chiquillos corretear, los mayores al sol, cargando los depósitos de vitamina B,…
Los balcones repletos de flores, el carrillón sonando de tarde en tarde,…
Y bajo los soportales de la plaza del ayuntamiento comienza a sonar un terceto que desgrana lo mejor de la música barroca.
Buscas un sitio elevado, preferentemente rodeado de terrenos bajos y que no haya altura similares que nos impidan ver un horizonte amplio y lejano.
El siguiente paso es esperar al atardecer; sí, la famosa golden hour, preferentemente de un día no muy nublado.
Y esperamos esos minutos en los que el sol comienza a acelerarse, camino del ocaso, tiñendo los campos de purpurina dorada, naranja, roja,… a la vez que deja siluetas imposibles y una tenue tela de lino comienza a cubrirlo todo.
La foto está tomada en Laguardia, desde el aparcamiento de la parte posterior, enfocando al este. El pueblo que se ve es Elvillar.
Con la eclosión del vino de Rioja de los últimos 20 años, se ha invertido en ciertas bodegas en una arquitectura singular, que les dote de ese toque especial, diferente que permita diferenciarlas de otras bodegas, con un vino también excelente, pero que no pueden presumir de esta especial forma de unir arte, arquitectura y vino.
Quizás la más emblemática sea la de Marqués de Riscal en Elciego, pero esta de Ysios en Laguardia le sigue en el ranking.
No sé qué es más bonito, si ver la silueta de las bodegas desde el pueblo de Laguardia o ver en lo alto las formas del pueblo desde la frontal de la bodega. Hay que ir y decidir.
Me encantan esos días en los que en el valle hace niebla, con lo que conlleva de frío y de humedad, pero que recorres unos pocos kilómetros, huyendo del río, y disfrutas de un sol radiante, que te acaricia la cara y que te causa regocijo cuando echas la mirada atrás y ves es niebla mortífera, allá abajo, haciendo la vida incómoda a los pobres que se han quedado allí.