La primavera trae la vida a los campos, que se llenan de brotes, de flores, de color, de aromas de vida… y también a las ciudades, aunque de manera un poco más artificial. Los jardines se llenan de todo tipo de flores y hacen que el triste invierno se mude en la colorida primavera, tan dada a excesos para los sentidos.
Trujillo no es la excepción y a la vez que los pasos de Semana Santa vuelven a dormir su anual sueño, a la espera del incienso del año próximo, la ciudad se ilumina de flores por doquier, quizás como espejo del cercano valle del Jerte.