Con los años, o al menos esa es mi experiencia, te van gustando menos los grandes perifollos, la decoración sobrecargada, el barroco,… y te vas volviendo más minimalista, más zen, más paz armónica sin elementos superfluos.
En la naturaleza pasa lo mismo, un jardín francés, con mil detalles, va dejando paso a un jardín inglés, casi irreconocible respecto a un paisaje salvaje.
Una flor aislada es el mejor ejemplo de perfección simple, sin añadidos, sin extras,… Nada más que una flor.
Usar objetivo de focal media (90-105 mm), eso nos permitirá usar velocidades y diafragmas que nos permitan usar luz ambiente.
El uso de iluminación artificial es perfectamente válido, igual que el de luz ambiente.
Intentar componer y encuadrar de todas las formas que podamos para elegir luego la mejor toma, la flor no se irá a ningún sitio.
El fondo cuanto más neutro mejor.
Si queremos forzar la iluminación, el trípode es muchas veces necesario, sobre todo si hemos madrugado.
Usar diferentes aperturas, a veces una reducidísima profundidad de campo nos deja una toma irrepetible.
Cuidado con el viento si mueve la flor, usar el cuerpo para taparlo.
Para captar todos los detalles, usar el ISO más pequeño que podamos (50-100).
Mirar los insectos de la zona, a veces las flores quedan muy bonitas si sobre ellas se posa una mariposa o abeja. Hay especies como las abejas que suelen posarse en una flor y permanecer varios segundos. Ello facilita nuestro trabajo.
No llevar equipo en exceso.
Para acabar uno que me parece fundamental: No salgas de excursión fotográfica con tu pareja, no vayas con tu primo, no vayas con tu madre, no vayas con el abuelo, no vayas con tu amigo más íntimo. Ve solo. Serás más feliz y les harás más felices.