Abandonamos Lisboa, siempre igual y siempre diferente, con su melancolía, sus fados, sus tranvías, su Alfama y sus pastelitos de Belem. A no más de 40 km llegamos a uno de los paraísos mundiales de los amantes del surf: Ericeira. La primera impresión es la de un pueblecito de las islas griegas. Pero no, es Portugal.