Es quizás el castillo mejor conservado y la obra de arquitectura civil medieval más importante de La Rioja. De los pocos con foso, junto con el de Leiva.
En el lugar donde los ríos Jubera y Leza vierten al Ebro, se alza este pequeño y coqueto castillo que ha ido cambiando desde sus inicios. Su historia es como un resumen de la historia de La Rioja.
Parece que sobre un asentamiento berón se edificó una pequeña fortaleza romana, aprovechando su ubicación estratégica, próximo a la calzada romana (el Itinerario XXXII de Antonino).
Tras el salto correspondiente en el tiempo hubo allí un castillo árabe y tras ser reconquistado por el rey navarro Sancho Garcés a comienzos del s. X, el ya castillo cristiano, sufre dos importantes ampliaciones en los s. XIV y XV, que es lo que se conserva hoy día, tras ser salvado de la ruina a partir de los años 80 y liberado de las casas adosadas.
Uno de los hechos más relevantes en su dilatada historia fue la ejecución en 1134 de Juan Alfonso de Haro, poderoso Señor medieval de los Cameros, por orden de Alfonso XI de Castilla, quien lo declaró traidor y mandó degollar.
Construido en sillería, de planta rectangular con torres en los cuatro ángulos, unidas por cortinas; sobre la puerta principal de entrada aparece el escudo de la Cruz de Calatrava. La torre más alta es de cuatro plantas y tiene una puerta de arco apuntado. La torre más pequeña es denominada de las palomas. En el interior puede verse un bello patio con aljibe.
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