Pocas cosas relajan más que en buen paseo por el bosque, a ser posible bosque espeso, tipo hayedo.
No puede ser un paseo cualquiera. Debe ser matutino, sin prisas, con unas cuantas horas por delante y a ser posible en solitario o al menos sin niños. No es nada personal pero los niños son ruidosos y… necesitamos oír nuestro silencio.
Comienzas a andar, al principio fijándote en los árboles que vas dejando atrás. Luego comienzas a mirar a la profundidad del bosque y terminas mirando al infinito. Ese es es el momento en el que te empiezas a encontrar a tí mismo.
A partir de ahí la historia es diferente para cada uno. Y solo cada uno la puede escribir por y para sí mismo.