Óbidos es bonito. Nadie podría decir lo contrario.
Este pequeño pueblo amurallado, al norte de Lisboa, lo tiene todo: murallas muy bien conservadas, acueducto, iglesias, plazas con encanto,… color, arquitectura, infraestructura hotelera, restaurantes,… es como todo perfecto, demasiado perfecto.
Sin embargo tuve una sensación extraña que no me dejaba estar del todo a gusto. Creo que es el número de turistas por metro cuadrado. Desproporcionado. Y eso que cuando lo visité se acaban de terminar las jornadas medievales, con mercadillos, reconstrucciones en cartón piedra, representaciones,… y se supone que había menos turistas.
Al final se pierde el encanto. Quizás si se visita fuera de temporada alta sea una maravilla. Así me pareció que quedaba todo un poco artificial, como los restos del cartón piedra que aún quedaban por los rincones.