Paseas por el casco antiguo de cualquier ciudad y encuentras un rincón que ha estado igual durante décadas, quizás cientos de años. Letreros de otra época, oficios casi extinguidos, muy anteriores a esta era de la informática y la melancolía.
Balcones con forja de hierro, miradores con miradas indiscretas,… y te invade un sentimiento de melancolía de cómo sería la vida por estos pagos hace mucho, mucho tiempo.