Ricard Camarena abrió en octubre de 2012 este restaurante, a la sombra de su hermano mayor, con una idea más canalla y donde prime el eclecticismo sobre la cocina mediterránea, al contrario de experiencias anteriores. Y todo en un ambiente sin luz natural, casi como en un cenobio, donde vas a ser iniciado en algún rito especial, con grandes cabezas (no reales) colgadas de las paredes y sirviendo también de bandeja para alguno de los platos.
He tenido la suerte de ir regularmente a este santuario y de ir viendo el nacimiento, evolución,.. e incluso en alguno de los casos desaparición de sus platos.
Vaya por delante que soy un enamorado de la comida fusión (como en la música) y salgan a la mesa los platos que salgan, siempre termino satisfecho.
Ir al Canalla es como hacer un largo viaje, probando un plato de aquí y otro de allá. Y en todos los casos con sabor, sabor y sabor… Con un toque personal que es la aportación del autor pero que serían igual deliciosos en New York, Pekín, Cuzco o Roma.
Presencia de cítricos, de frutos secos, de picante,… todo con mesura, todo en su justa medida.
Y por si fuera todo esto poco, el bolsillo no se rompe a la hora de ver a la cuenta.
Una recomendación con mayúsculas si se va a Valencia donde Camarena tiene otras opciones, pero para mi gusto son incómodas y haciendo cola…. como el bar del mercado central o tienen un enfoque más mediterráneo y más orientado a las verduras, como el Habitual del mercado de Colon. El Ricard Camarena Restaurant, cuyo última presentación data solo de 2017 no lo conozco, pero el bolsillo ahí corre más peligro.
Valencia tiene mucho que ver y disfrutar. Y desde el punto de vista gastronómico es mucho más que arroces y anguilas. El Canalla Bistró así lo atestigua.