La playa de Bolonia es una de las últimas playas vírgenes del sur de España. Está ubicada en el término municipal de Tarifa, en la comarca del Campo de Gibraltar en Andalucía, España, y frente a la ciudad marroquí de Tánger.
Había oído hablar muy bien de este sitio y, la verdad, no defrauda.
Cuenta con una longitud de 3800 metros y una anchura media de 70 metros. La escasa ocupación humana del área circundante ha propiciado su conservación, a diferencia de otras cercanas.
Por si estos argumentos no fueran suficientes, hay dos singularidades que la hace única: una ciudad romana, Baelo Claudia, en plena playa y la llamada duna de playa de Bolonia.
Baelo Claudia es un lugar singular por la belleza natural del entorno y por la abundancia de elementos urbanísticos romanos que es difícil encontrar juntos en otros yacimientos.
Prácticamente podrás ver todos los elementos típicos de una ciudad romana media: las vías, el foro, el templo del Emperador, la Curia, los Tribunales…
Verás también tiendas, tabernas, viviendas, acueducto, alcantarillas y un mercado, así como los interesantes restos de la industria local en forma de piscinas en las que se trabajaba con los productos del mar.
Mención especial merece el Teatro, con aforo de hasta 2000 personas, donde todos los actores eran hombres, incluso en los papeles de mujeres, que para interpretar se colocaban máscaras.
De reciente construcción es el Centro de Interpretación, edificio moderno anexo a las ruinas y objeto de polémicas por su efecto en el paisaje.
Y la impresionante duna de la Playa de Bolonia.
Ha sido declarada monumento natural en 2001 y tiene gran importancia ecológica. El sistema dunar de Bolonia es tremendamente móvil e impide de forma natural el establecimiento de especies vegetales salvo el barrón, especie adaptada al enterramiento que ayuda al mantenimiento de la duna. Las partes más internas de las dunas se encuentran pobladas por pino piñonero, procedente de repoblaciones, con un sotobosque de sabina, lentisco y enebro marítimo.
El continuo avance de la arena provoca la muerte por sepultamiento de los pinos; sin embargo, este avance es natural y la actuales medidas conservacionistas aconsejan que no sea impedido.