Debo decir que soy más de montaña que de mar.
Pero pocas cosas me producen más paz, más tranquilidad que estar frente al mar, solo, solo solo y oír el ruido del mecer de las olas, perderme en el ir y venir de las olas, mirar al infinito,…
Y eso durante tiempo y tiempo. Eso sí tiene que ser… solo, solo, solo.