Como ya he escrito antes, el madrugar permite recorrer las ciudades y conocer situaciones, personajes que sería imposible toparse con ellos de otra manera.
En mi reciente visita a Praga y siguiendo con esta costumbre, me acerqué hasta el puente San Carlos, con la idea de poder disfrutar del mismo sin turistas (o casi) y poder sacar alguna fotografía sin turistas invadiendo todo.
Y me llevé una sorpresa tremenda, difícil de imaginar si no lo presencias.
Hasta seis novias, todas asiáticas. Lo siento pero soy incapaz de distinguir sus nacionalidades.
Todas las novias haciendo su reportaje de bodas, posando solas mayoritariamente y posteriormente permitiendo que el «mal necesario» para el reportaje de bodas, apareciese en alguna instantánea.
Todas orgullosas y radiantes, como cualquier novia, con estética peculiar y diciendo al mundo, aquí estoy yo.
Curioso, ¿no?
Merece la pena madrugar.