Seguro que la nieve os ha dado algún susto alguna vez.
Comienzas a recorrer una carretera con nieve en los márgenes. No llueve ni nieva. La temperatura que marca el coche, cuatro grados. Un buen día para cargar pilas y sacar fotos.
El camino comienza a ascender y el paisaje se hace más y más bonito. La nieve ahora forma un manto blanco que cubre el suelo y da formas onduladas que invitan a tirarte en plancha.
La temperatura ha descendido a los dos grados y ha comenzado a caer una aguanieve que al bajar del coche te resulta purificante, reconfortante,…
Sigues ascendiendo y ahora sí que sí tienes que sacar la cámara y empezar a sacar esas fotos de las que luego en casa te parecen especiales. El tiempo ha ido empeorando. Temperatura un grado.
Te dices a tí mismo que subes un poco más y en cuanto puedas das media vuelta. La carretera comienza a teñirse también de blanco y los márgenes se van difuminando.
La ocasión no aparece. Ahora nieva de verdad, los copos son de campeonato y el limpiaparabrisas tiene que trabajar de verdad. La carretera es cada vez más estrecha y comienzan las curvas y contracurvas que hacen el ascenso más rápido y las condiciones peores. No se puede dar la vuelta.
Una cosa es descargar un poco de adrenalina y otra el inicio de las dudas de a ver si vas a tener un problema. Además vas solo. No te has cruzado con ningún coche desde que cogiste el desvío. Miras el teléfono y no hay cobertura.
La decisión está tomada, en la próxima curva comienzas a maniobrar, todas las veces que haga falta y con mucho cuidado darás la vuelta.
Ya has conseguido dar media vuelta e inicias el descenso. Con mucho cuidado, lo más difícil está hecho pero no puedes frenar por si hay hielo.
Prueba superada.
Qué bonita es la nieve y qué peligrosa puede llegar a ser.
¿Dónde pasó?