El miedo no es buen compañero de viaje, independientemente del destino o incluso del camino decidido para alcanzar ese destino.
Aunque a veces es más fácil decirlo que ponerlo en práctica. Y ello porque manejamos siempre tantas variables, tantas prioridades, que en el juego de pros y contras, de la búsqueda de lo mejor para cada uno y para sus seres más queridos, produce el efecto paralizante.
El empecinamiento en no cometer errores nos hace dejar pasar trenes que no deberíamos dejarlos pasar. Porque el tren nunca espera a un viajero determinado. Y ello en el ámbito personal, sentimental, laboral,…
Con los años se aprende que en la vida hay que tomar decisiones. Y esa es la única manera de avanzar. A veces se acierta, a veces se yerra, pero la vida es así.
Y fruto de esa experiencia he aprendido que hay algo peor que cruzar una puerta equivocada, y es quedarse sin cruzar ninguna puerta. Porque al final son otros los que deciden la puerta y los intereses suyos pueden coincidir en parte con los de uno, pero jamás al 100% con los nuestros.
Por eso, si se me pide un consejo, creo que hay que valorar todo lo que haya que valorar, pero con un temporizador que nos hayamos marcado de antemano. Y tomar la/las decisiones. Y a partir de ahí a muerte por conseguir lo que se desea.
La sensación de liberación que se experimenta cuando has tomado la decisión es tremendamente placentera. Como si te hubieran retirado una pesada mochila con la que te ibas moviendo por la vida.
Y a la hora de decidir, nunca puede ser el factor principal el miedo. Aunque a veces nos atenace, aunque a veces se presente ante nosotros como un gigante imposible de batir, ni siquiera de abatir.
Nada es insalvable, nada es imposible. Hace falta querer algo y luchar por ello. Todo tiene solución. Pero hace falta voluntad de querer conseguirlo. Una de mis frases preferidas es que “nada que merece la pena es fácil de conseguir”.
Y si la decisión a tomar no es fácil, un ejercicio que a mí me resulta útil es dibujar mentalmente los dos o más escenarios a los que nos conducen cada una de las decisiones. Y ver cual preferimos. Está claro.
Luego habrá que luchar, porfiar, dar un paso atrás para luego dar tres hacia delante… pero finalmente conseguiremos lo que queríamos. Y si por motivos ajenos no lo conseguimos, siempre tendremos la satisfacción de que hicimos todo lo que estaba en nuestra mano.
Y ello te da una paz interior incomparable. Y ello te permite tener mucho más cerca lo que tengo claro que es el objetivo fundamental de cada humano en esta efímera vida en nuestro planeta. Ser feliz.
Porque no nos engañemos, esta historia nuestra que cuando teníamos 18 años pensábamos que era eterna, no lo es, tiene fecha de caducidad desde que nacemos y cuantos más momentos felices hayamos disfrutado, mucho mejor.