La Rioja es una pequeña Comunidad Autónoma, con población que supone menos del 1% de la total de España. Por ello no son muchos los riojanos ilustres. El Marqués de la Ensenada es uno de ellos.
Zenón de Somodevilla y Bengoechea, Marqués de la Ensenada, fue un político español nacido en Hervías, La Rioja, 1702.
Procedente de una familia de hidalgos riojanos venidos a menos, fue incorporado al servicio de la Monarquía por Patiño, Secretario de Estado, quien le reclutó como oficial del Ministerio de Marina cuando estaba trabajando de escribiente en Cádiz durante la preparación de una expedición a Ceuta (1720).
Ascendió progresivamente en la carrera burocrática hasta el puesto de comisario de Marina en El Ferrol (1730). Pero lo que le encumbró políticamente fue su eficaz labor como organizador de la escuadra española destinada a reconquistar Nápoles para el príncipe Carlos (el futuro Carlos III) durante la Guerra de Sucesión de Polonia (1733); sus servicios fueron premiados con el título de marqués de la Ensenada en 1736 por Felipe V.
Desde entonces ocupó los más altos cargos de la Monarquía: secretario del Consejo del Almirantazgo (1737), intendente de Ejército y Marina de la expedición a Italia durante la Guerra de Sucesión de Austria (1741) y en 1743, secretario de Estado y del Despacho, ocupando simultáneamente tres de las cuatro carteras ministeriales existentes: la de Hacienda, la de Guerra y la de Marina e Indias.
La muerte de Felipe V en 1746 mejoró aún más su situación, pues el nuevo monarca, Fernando VI le confirmó en todos sus cargos y le nombró además secretario de la reina (1747).
Convertido prácticamente en ministro universal, Ensenada encaminó su política hacia el fortalecimiento del Ejército y la Marina en previsión del inevitable conflicto que, a la larga, tendría que sostener España con Inglaterra. Aunque de talante conservador, se esforzó por impulsar la economía productiva y el comercio con América, mejorar el rendimiento del sistema fiscal, fortalecer el control de la metrópoli sobre las Indias y reconstruir la flota.
En ese ambicioso programa destacan medidas como las nuevas ordenanzas militares, el envío de «espías industriales» a Europa para modernizar la construcción naval española, la creación del Real Giro, el levantamiento de un catastro general de la riqueza de las 22 provincias castellanas (el famoso «Catastro de Ensenada»), el proyecto de simplificar la Hacienda y hacer contribuir a los estamentos privilegiados a través de la Única Contribución, la construcción de canales y carreteras. En definitiva, una acción de fortalecimiento del poder real y de fomento de la riqueza del país, que le sitúan en el ámbito del «despotismo ilustrado» propio de su época.
Su posición en la corte fue socavada desde 1746 y Ensenada cayó del gobierno por la acción combinada de las protestas inglesas y del malestar que sus iniciativas fiscales habían causado entre los estamentos privilegiados. Fue desterrado a Granada y más tarde al Puerto de Santa María.
Con el advenimiento al Trono de Carlos III (1760) fue liberado, pero no recibió cargos políticos; por el contrario, en 1766 fue acusado de haber participado en el motín de Esquilache y nuevamente confinado, esta vez en Medina del Campo, donde fallecería.
Era hombre —según dicen las crónicas— de carácter activo, inteligente, enérgico, responsable y muy autoexigente. Parece ser que mantenía un estricto horario, levantándose muy temprano y yendo a acostarse bastante tarde, lo que le permitía aprovechar sin dilaciones su tiempo al máximo. Ministro seductor y galán, jamás se casó.