Primera toma de contacto con la capital alemana.
El viaje ha sido largo y tedioso. Hora y media de retraso en los infalibles trenes alemanes…
Salimos directos hacia la isla de los museos. Como en otros países de Europa no mediterráneos, cualquier rayo de sol es una buena excusa para tumbarse al sol. Y en los jardines junto al río Speer no cabe un alfiler. Parece Benidorm el 16 de agosto.
Los semáforos herencia de la época comunista nos recuerdan que hace a penas 30 años había dos Alemanias separadas por el muro de la vergüenza de Berlín.
Unos pasos más y llegamos a la Alexanderplatz, amalgama de estilos, estatuas, una fuente allá, un reloj mundial acá y puestecillos callejeros.
La luz se está marchando y es hora de buscar donde comer en el reconstruido barrio de Nicolás.