No es extraño cuando se pasea por villas marineras, da igual del norte o del sur, del Atlántico o del Pacífico, de Europa o de América, el encontrar motivos marineros; una gorra de capitán aquí, un ancla allá,… y ello no solo en las casas o los restaurantes o las tascas del puerto, sino en cualquier parte del pueblo, siempre encuentras múltiples signos de la identidad de la gente que mora allí.
Y se sienten orgullosos, como debe ser, de lo que fueron sus abuelos, sus padres, ellos mismos y quizás también las siguientes generaciones.
Lo que es más raro es encontrar un ancla y además de cierta envergadura, en mitad de un pueblo del interior, como el que se encuentra en la foto, tomada en el pueblo de la Rioja alavesa de Samaniego.
Es imposible no preguntarse de dónde procederá, quién se empecinó en hacerlas llegar allí, qué historias esconderá esta majestuosa ancla.
Me encantaría conocer los viajes que hizo, las aventuras que le tocó sufrir y disfrutar, las gentes que conoció, los capitanes que rigieron su destino cómo llegó finalmente allí.