Mami Lou Cupcake es un pequeño café en Bilbao, cerca, muy cerca del Guggenheim, que merece la pena conocer. Está en la calle Barraincúa, 7.
Lo descubrí por casualidad, tras una larga mañana de visita turística andarina y una comida de pinchos por las 7 calles. Y fue tan inesperado como satisfactorio y reparador.
Desde que te asomas a la puerta tienes la sensación de cruzar el umbral de un salón de té en la campiña del Yorkshire, allá por los años 50. Ya dentro, la decoración, los utensilios, la materia prima,… los productos que se ofrecen,… todo parece transportado al centro de Bilbao desde el otro lado del canal de la Mancha.
El ambiente es relajado, la música muy agradable, el servicio amabilísimo y la carta amplia y todo riquísimo: cupcakes, cheesecakes, tartas y bizcochos caseros, cafés, chocolates, batidos… Todo elaborado por ellos, según la fórmula de cupcake bakery tradicional.
Hasta Natalia, que junto a Alain, lleva el negocio, parece una inglesita recién aterrizada. En honor a la verdad, es húngara. Detrás de todo no está el espíritu de la abuelita del cottage inglés sino Ludovika, abuela del belga Alain y que da nombre al salón.
Se han escrito muchísimas reseñas sobre Mami Lou y no se suele mencionar la especial selección de cervezas que ofrece. ¿Te suena raro? Ni te imaginas el maridaje perfecto que alcanzarás si pruebas uno de sus pastelitos de chocolate con una Framboise Lindemans o con una Chocolat Floris. Tienen media docena de cervezas belgas, con sabores frutales, que te sorprenderán.
El espacio es pequeño pero con muchísimo encanto. Apenas 4 ó 5 mesas. Hay unas mesas más escaleras arriba. Y además siempre te puedes llevar lo que te apetezca y disfrutarlo tranquilamente en casa. La ambientación no será la misma pero…
Hay un restaurante en Santander, fuera de los circuitos que frecuentan los turistas, que hacen que merezca la pena una escapada a la capital de Cantabria.
Su propietario, Koldo, es un auténtico fenómeno.
Con los chefs pasa como con los médicos, se da por hecho que saben cocinar. Por ello valoras y agradeces un trato próximo, unas recomendaciones acertadas a la hora de elegir el menú… un hacerte sentir como en casa, o como el mejor cliente que jamás tuvo el restaurante.
La comida que recientemente disfruté me hace llorar de gozo solo con recordarla.
Uno de mis rincones preferidos de Valencia es el mercado de Colón. Diríase que es casi una catedral reconvertida a mercado que, a su vez se ha reconvertido a espacio multiusos, con espacios de diseño, bares multiétnicos,…
Muy bonito de día. Precioso de noche. Incomparable con la iluminación navideña….
Por si quieres profundizar y conocerlo un poco más: Mercado de Colon.