Sangra el otoño

El papamoscas de… Canales de la sierra

El papamoscas más famoso y hasta hace poco único para mí era el de la catedral de Burgos, animación y reclamo del templo gótico burgalés.

Pero en una de mis escapadas para conocer los 174 municipios que forman mi Comunidad Autónoma, he ido a parar a Canales de la sierra, ultimo pueblo riojano antes de cruzar la frontera con Castilla y León, de la que dista solo 5 km.

Y me he llevado varias sorpresas, como lo bonito y bien cuidado que está, pese al acceso nada fácil que tiene. Las descomunales ermitas de que dispone, que en cualquier otro pueblo serían la iglesia del pueblo, pero que aquí, por el dinero de la trashumancia o el de los indianos que volvieron de ultramar con dinero fresco, son simplemente ermitas.

Y otra, motivo de esta entrada, el papamoscas, en la llamada torre del reloj. Al lado del reloj, en uno de los laterales de la torre se encuentre un artilugio al que llaman “Papamoscas”, que representa la cara de una máscara con bigote que abre la boca a las horas y las medias. Data de la segunda mitad del s. XVIII.

Una rareza, a más de mil metros de altitud, en el primer pueblo riojano en contar con fueros, después de ser recuperado al sarraceno en el 934.

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Casi un gran desastre

Es una época preciosa para recorrer las tierras de La Rioja. Mares de viñas, en perfecta formación, invadiendo cualquier recodo de la carretera, cualquier pequeño rincón, desde las montañas hasta los ríos.

A este paisaje seguirán las cuadrillas de vendimiadores, retirando el precioso manjar de las uvas, primero las de blanco, luego las de tinto tempranillo,..

Y finalmente se producirá la explosión de color de las hojas de las viñas, tras la retirada de la uva, un millón de verdes, amarillos, ocres, rojos,…

Todo en un mes, el mejor mes para visitar los paisajes riojanos.

Es fácil comprender que para un riojano como yo, enamorado de su tierra, sus gentes y sus paisajes, sea una tentación irrefrenable el salir al campo, recorrer los caminos agrícolas con mi SUV y parar aquí y allá para sacar esa foto distinta, esa visión diferente… buscando nuevos caminos.

Eso es lo que hice ayer, aprovechando las fiestas de San Mateo, fiestas mayores de Logroño, capital de La Rioja. Cogí una carretera de mis preferidas, de Baños de Ebro hacia San Vicente de la Sonsierra, carretera vieja, curvas y contra curvas, poco tráfico,…

Pasé por mi guardaviñas y seguí hasta tener el castillo de Davalillo enfrente, bajando una pequeña cuesta y cogiendo un desvío a la izquierda que conduce a un camino agrícola, ya conocido por mi, que transcurre paralelo al Ebro: viñas, río Ebro y castillo… uauuuu

Por si no fuera suficiente, dos guardaviñas a lo largo del camino que hacía tiempo que no visitaba. Todo perfecto.

Ya avanzado en el camino, en una intersección me decido a coger el desvío hacia la derecha, en lugar del de la izquierda, que había cogido siempre y que iba más llano… entre viñas y cada vez más cercano al río.

Cuando de repente unas matas en el camino y sin darme cuenta el coche que hace un extraño y la rueda derecha que se mete en un socavón enorme, perdiendo el coche la horizontal. Abro mi puerta y veo que la rueda trasera izquierda está en el aire. Miro a la derecha y veo que hay unos juncos y el Ebro a metro y medio.

No hablaré de pánico, porque como decimos aquí, soy un machote del norte… pero casi.

Salí del coche. Luego volví a abrir para coger el teléfono. Una segunda vez para coger la cámara y los objetivos…

Aunque con mala cobertura, pude contactar con el seguro y…. por no alargarme más, la película acabó bien. Sin novedad para el coche ni para mí.

Lo que se ve a la derecha de la foto es el caudaloso río Ebro, cerquita, cerquita. 

Rodeado de viñas