Un rincón de la Historia de La Rioja: los vascones y La Rioja

Introducción

La relación de La Rioja con los vascones ha existido desde hace más de 1.000 años. Ha tenido períodos especialmente significativos, con influencia sobre distintas partes del territorio.

Imperio romano

En el s. II a.C. los vascones no ocupaban aún el margen derecho del río Ebro en la Rioja Baja. Su primitivo territorio se circunscribía a la zona septentrional y media de la actual Navarra, una zona marginal dentro de la Hispania Citerior, de escaso interés para los romanos; para luego ocupar, a principios del Imperio, los territorios correspondientes a otros pueblos como vardulos (zona entre Irún y Oyarzun), jacetanos (canal de Berdún y Jaca), suessetanos (región de las cinco villas en Aragón) y celtíberos (al sur del Ebro medio). 

 En la primera mitad del s.I a.C. tienen lugar las guerras sertorias (guerras civiles entre el nuevo poder de Roma y el anterior pretor de la Hispania Citerior, Quinto Sertorio, apoyado por tribus locales entre las que se contaban los celtíberos riojabajeños). Probablemente los vascones se mantuvieron al margen de esas guerras y al acabar el conflicto pudieron ampliar su zona de influencia. En lo referente a La Rioja se concreta en la ocupación de la zona de la Rioja baja: Calahorra y Alfaro incluidas.

Edad Media

Mientras los musulmanes dominan la zona desaparecen de La Rioja, refugiándose en los valles más próximos a los Pirineos. De igual manera muchos pobladores autóctonos, en especial de la Rioja alta, huyen hacia los bosques próximos o a territorios más al norte.

A medida que va avanzando la Reconquista hay que ir repoblando el territorio y se hace con antiguos pobladores y con nueva gente proveniente del norte y que muchas veces tenían el vascuence como lengua materna. De ahí las raíces vascas que aparecen en la toponimia de la zona.

En 1233 Fernando III el Santo da el fuero a los pobladores de la zona de Herramélluri, Galbárruli,… (valle del Ojacastro) para poder hablar vascuence cuando tuvieran que declarar ante los Merinos.

Edad Contemporánea

El devenir de los siglos previos supuso, ya desde finales de la Edad Media, una separación de La Rioja respecto a Navarra y áreas aledañas, con el consiguiente aumento de su dependencia de Castilla. Los ahora territorios vascos se van separando de Castilla y adquiriendo mayor autonomía.

Esta situación se mantiene hasta finales del s.XX. Con el retorno de la democracia y la creación del estado de las autonomías, La Rioja se separa de Castilla y los vascos disfrutan de su País Vasco.

En esa época los vascos retoman sus posesiones en La Rioja Alta: compran apartamentos, merenderos, que renombran txocos, terrenos, garajes,… en toda la zona, hermanándose con los riojanos actuales.

Pero esa ya es otra historia.

Un rincón de la Historia de La Rioja: La Santa Inquisición

No es la Inquisición algo de lo que debamos sentirnos especialmente orgullosos los riojanos y los logroñeses en particular, pero forma también parte de nuestra Historia.

La Inquisición se creó por los Reyes Católicos en 1478. Los tribunales de la Inquisición llegan a La Rioja en 1509 cuando el tribunal de la Inquisición de Estella es trasladado a Calahorra.

El tribunal que funcionaba en Calahorra fue trasladado en 1570 a Logroño, que así se constituyó en uno de los 14 tribunales que actuaban en la península bajo el Consejo Central de la Suprema Inquisición uno de ellos fue el de Logroño. Su jurisdicción abarcaba el Reino de Navarra, el Obispado de Calahorra y La Calzada, el Señorío de Vizcaya, Guipúzcoa, la jurisdicción del Arzobispado de Burgos por los Montes de Oca a San Vicente de la Barquera (Cantabria) y el Obispado de Tarazona, hasta los límites del Reino de Aragón. Durante los siglos XVI, XVII y XVIII, el Tribunal de la Inquisición de Logroño acaparó un gran influjo político y religioso, respaldado por los Austrias y, después, por los Borbones

El tribunal lo formaban normalmente tres inquisidores, en su mayoría clérigos y varios ‘calificadores’ (frailes Franciscanos, Dominicos o de la Merced). Por debajo de estos actuaban en las villas y ciudades los llamados ‘comisarios’ y los ‘familiares’, que eran personas anónimas nombradas ‘a dedo’ a través de los ayuntamientos, cuya misión era la de ‘informar’ al tribunal.

El edificio de la Inquisición logroñesa estaba situado junto a la Iglesia de Santiago y tenía dependencias para el inquisidor y la guardia y la planta baja hacía de cárcel. Hoy en día es un Museo.

Los casos más perseguidos eran los de herejía (brujería), luteranismo, observancia de la ley judía, del Islam o la difusión de creencias o prácticas (malos tratos, bigamia,…) contrarias a la moral católica.

En una información del Inquisidor General de los Reinos Cardenal Sandoval daba cuenta de que en la región vasco-navarra-riojana se celebraban aquelarres y en cuya lista figuraban las localidades de Ribafrecha, Ajamil, Bañares, Sojuela, Medrano, Haro y Matute y manteniendo el criterio de que debían adoptarse medidas de rigurosos castigos hacia los brujos, como ya se estaba haciendo por el Santo Oficio en las zonas fronterizas y especialmente en las localidades de Fuenterrabía, Zugarramurdi, Hendaya, San Juan de Luz y otros pueblos del Bidasoa.

Si por algo es famosa la Inquisición de Logroño es por el Auto de fe  celebrado los días 6 y 7 de noviembre de 1610. Puso fin a la causa contra las llamadas brujas de Zugarramurdi con la quema de once personas en la zona conocida como ‘Los Quemados’, junto al Pozo Cubillas. Fue el juicio más importante y sanguinario llevado a cabo en La Rioja.

El día anterior a la ejecución, se colocó frente al Ayuntamiento Logroño, el antiguo portalón situado en la calle Portales, frente a Juan Lobo, un gran tablado con sus tribunas, sus bancadas y sus palcos. Una villa de apenas 5.000 vecinos recibió 30.000 visitantes, lo que multiplicó la superchería, desató la psicosis colectiva y alentó el pánico hacia la supuesta secta.

Más de 50 habitantes de Zugarramurdi y Urdax habían permanecido hasta dos años en las cárceles del Santo Oficio en Logroño. Los inquisidores abonaron la creencia de que aquella zona del Pirineo navarro había caído bajo el influjo de una secta satánica que oficiaba rituales y akelarres en cuevas. Tras obtener confesiones bajo tortura, condenaron a la hoguera a los once que se negaron a confesarse brujos; seis de ellos fueron quemados vivos y otros cinco en efigie (una escultura de madera por cada uno de ellos, junto a sus restos mortales).

Como en otras partes de España, fue abolida definitivamente en 1834.

Un rincón de la Historia de La Rioja: La Rioja existe pero no es

Hay una canción en La Rioja que define nuestra historia más reciente, en los últimos 200 años: “La Rioja existe pero no es”, de Carmen, Jesús e Iñaki, himno de la lucha por la Autonomía de La Rioja.

El origen se pierde en los tiempos, pero el referente histórico más cercano de provincianismo riojano lo encontramos en 1783, cuando «se reunieron cincuenta y dos pueblos de la Rioja a tratar de los medios de facilitar la extracción de sus cosechas de vino que cada día se aumentaban y mejorarlo».

En 1787, Carlos III dio su visto bueno a la agrupación de «los representantes de los pueblos de Rioja», siempre bajo la supervisión del intendente de Burgos y, finalmente, siendo ya rey Carlos IV, el Gobierno aceptó que la Real Sociedad Económica de la Rioja castellana pudiera quedar formada por «un comisionado de cada uno de los pueblos de su demarcación».

Las primeras Juntas Generales se constituyeron el 8 de mayo de 1790 en la villa de Fuenmayor, presidías por el Intendente de Burgos.

Pero al César lo que es del César. Fue en diciembre de 1808 cuando el Ayuntamiento afrancesado de Logroño formalizó la primera petición oficial para constituir la provincia. Faltan aún cuatro años para el pronunciamiento de Santa Coloma.

Pero si los primeros pasos del sentimiento regional tenían objetivo económico, fue la Guerra de la Independencia la que aglutinó el resto de los intereses comunes. Desde los inicios, las fricciones entre los mandos de las Intendencias de Burgos y Soria y las partidas guerrilleras de La Rioja fueron continuas, lo que derivó en un sentimiento de unidad territorial frente a una autoridad que se sentía como foránea. Surgió entonces la Real Junta de la Comisión de Armamento e Insurrección General de La Rioja, radicada en Soto, que incluía al «…país comprehendido desde el río Tirón hasta el Alhama con inclusión de la ciudad de Alfaro y todas las serranías cuyas aguas corren al Ebro». La Guerra de Independencia será determinante en estos anhelos. Se crea la “Real Junta de la Comisión de Armamento e Insurrección General de La Rioja”.

Dentro del ejército popular organizado por los españoles para combatir al invasor francés, hubo tres unidades integradas por combatientes riojanos: “Regimiento provincial de Logroño”, que a partir de julio de 1810 pasó a ser de línea y abandonando su carácter provincial, “Batallón de voluntarios de Rioja”, con 1289 efectivos y “Escuadrón de húsares de la Rioja”, que en enero de 1814 contaba con 484 hombres y 476 caballos.

La convención de Santa Coloma tuvo lugar en diciembre de 1812, en plena Guerra de la Independencia: un significativo grupo de alcaldes se reunió en la villa riojalteña para reivindicar los derechos comunes de una tierra con personalidad propia, pero, hasta entonces, sin estatuto jurídico ni político.

Ese mismo año las Cortes de Cádiz habían promulgado un documento titulado «Constitución Política de la Monarquía Española» en el que se especificaba en el artículo 11 que «Se hará una división más conveniente del territorio español por una ley constitucional, luego que las circunstancias políticas de la nación lo permita.

En octubre 1821 se declaró a La Rioja como provincia independiente bajo la denominación de «Provincia de Logroño» y por capital Logroño.

Cuando Fernando VII regresó a nuestro país, anuló por completo la obra de los constitucionales y, aunque posteriormente no tuvo más remedio que jurarla, nuevamente volvió a dejar sin efecto los actos del Gobierno Constitucional, por lo que quedó sin efecto el decreto de 1822, que dividía el territorio nacional en 52 provincias.

Deberían esperar hasta noviembre de 1833, el mismo año de la muerte de Fernando VII, inicio del reinado de Isabel II, bajo la regencia de su madre y comienzo de la primera guerra carlista. Su autor fue Javier de Burgos, ministro de Fomento. De ese modo, así surgió administrativamente en base a 121 pueblos de la provincia de Burgos y de 170 de la de Soria, desglosados de la siguiente forma: 6 ciudades, 178 villas, 6 lugares, 98 aldeas y 3 despoblados y caseríos.

Ya no sólo existíamos, ya éramos.

 

 

Un rincón de la Historia de La Rioja: Tres estaciones.

La primera estación de ferrocarril fue inaugurada en septiembre 1863 con la presencia de D. Baldomero Fernández Espartero en la actual Gran Vía de Juan Carlos I. Fue construida por la compañía de Tudela a Bilbao. Tuvo vigencia hasta 1958.

En 1958, construida por RENFE, se inauguró por el ministro de Obras Públicas, Jorge Vigón,  la estación ubicada en la Plaza de Europa.

La actual estación fue inaugurada en 2011, próxima a la anterior.estacion-tren-640x640x80 estacion-tren-640x640x80 (1) 100_2188

Alquézar: el Al-Qasr (el castillo), capital de la Barbitanya musulmana

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Un rincón de la Historia de La Rioja: catedral de Calahorra

Surge del martirio de los legionarios romanos Emeterio y Celedonio decapitados según la tradición hacia el año 300 en el mismo lugar donde hoy está emplazado el templo. La veneración del martirio explica su emplazamiento, a extramuros de la ciudad, en su parte baja y a orillas del río Cidacos.

Cuando el emperador Constantino proclamó en el año 313 la libertad de culto en el imperio con el edicto de Milán, acabaron las persecuciones de quienes no compartían la veneración por las deidades romanas. La comunidad cristiana calagurritana pudo dejar de esconderse para celebrar sus reuniones y honró la memoria de sus Santos Mártires con la construcción, ya en la segunda mitad del siglo IV, de una pequeña basílica junto a la que, en el mismo lugar en el que los dos hermanos habían nacido a su nueva vida junto a Cristo, se levantó un baptisterio (Heron o martyrium).

Los archivos catedralicios confirman que en torno al 714 las tropas de infieles dirigidas por el emir Muza ibn-Nusayr ocuparon la Weled Assiqia (la Tierra de las Acequias) a la que pertenecía Calahorra, junto a la mayor parte de la actual Rioja Baja.

A lo largo del siglo VIII los cristianos fueron víctimas de los castigos y persecuciones a los que les sometieron los recién llegados. La opresión obligó a que, hacia finales de la centuria, el obispo Teodomiro hubiera de vivir en Oviedo, en el exilio. Desde allí, al amparo de la corte del rey, continuó la dirección de la diócesis en el siglo IX, durante el que otros dos de los obispos calagurritanos también recibieron allí asilo real.

La situación se recrudeció en Calahorra cuando, en el siglo X, Mutarrib al-Morrid mandó que se destruyese la catedral de la ciudad en un intento por doblegar y someter a sus pobladores. En el año 914, dada la difícil situación en la que se encontraban los cristianos de la capital de la Ribera, se decidió que Nájera, siempre atenta al modelo establecido por la diócesis de Calahorra, a la que nunca suplantó, se ocupase de velar por los creyentes de la región hasta que la sede principal volviese a manos cristianas.

La destrucción de este templo cuando la ciudad cayó en manos árabes no impidió que los calagurritanos mostrasen su respeto por los Santos. Continuaron transmitiendo la veneración que sentían por sus hazañas y milagros, generación tras generación, de tal forma que tan pronto como el rey de Navarra, Don García de Nájera, reconquistó la ciudad para la cristiandad en el año 1.045, se erigió nuevamente un templo, esta vez de estilo románico, en el mismo lugar donde tiempo atrás estuviera el baptisterio antes de ser destruido por los árabes.

El temor a que la ira de los infieles pudiese acabar por completo con las reliquias de los nobles hermanos animó a que, tan pronto como se sintió el acecho de los hombres del Islam, un grupo de calagurritanos partiese hacia el norte con las Cabezas de los Santos para ponerlas a salvo tras las montañas. Los peregrinos avanzaron hacia Cantabria. Los viajeros se detuvieron en Somorrostro (cuya estratégica situación frente al mar ya había propiciado con anterioridad la ocupación romana) y en la cima del cerro fundaron una abadía, que llegaría a transformarse en Catedral y, en torno a la cual, con el tiempo, comenzó a desarrollarse un núcleo de población que tomaría el nombre de uno de los Santos Mártires para darse a conocerse como Santander.

En el 1076 el Cid (con la bendición de los otros dos blasones de España, San Emeterio y San Celedonio) hizo posible que la ciudad se uniese a Castilla. Lejos del peligro árabe, la diócesis de Calahorra recuperó su antigua posición como cabeza de la comunidad de fieles entre los que predicar la fe en el Dios único y verdadero, que se conocía en la región desde que cientos de años antes su fundador Tubal predicase, al igual que lo hiciese en tierras cántabras y otros puntos de la Península Ibérica, las enseñanzas de la fe de su abuelo Noé. De nuevo erigida como sede espiritual, la diócesis de Calahorra vio aumentar sus proporciones al recibir la anexión de los territorios de la diócesis de Álava, que le correspondían según una extraña interpretación de la división visigoda de Wamba. Más adelante sus límites llegaron a extenderse hasta incluir parte de Burgos y Vizcaya y, en varios momentos de la historia, los ojos de la cristiandad la miraron con atención. Durante la Edad Media la influencia de la diócesis se dejó sentir en diversos puntos de España, por donde se propagó el culto y la devoción hacia los Mártires de Calahorra, como lo demuestran las iglesias, monasterios y altares erigidas bajo su advocación.

Algunos siglos después, la paz y la prosperidad de la ciudad proporcionó a sus habitantes los medios necesarios para comenzar la construcción de la que, con el tiempo, se convertiría en el magnífico edificio que admiramos hoy. Las obras comenzaron en el año 1484 y se prolongaron durante más de 200 años, de manera que sus capillas, retablos, así como el resto de los elementos del templo reflejan los desarrollos culturales y artísticos que tuvieron lugar en la región a lo largo de las obras, si bien no se ha conservado ningún resto románico.

El actual baptisterio ocupa la superficie en la que se erigió la primera iglesia de nuestra comunidad y, dentro de él, la grandiosa pila lobulada de estilo gótico (Pila de los Santos) se sitúa en el emplazamiento original en el que tuvo lugar el martirio.

La fachada principal es de estilo barroco, construida entre 1680 y 1704 por los hermanos Raon. El último cuerpo y el frontón en estilo neoclásico fue añadido por Antonio de Beriñaga en el 1772. A su derecha se encuentra la torre, más antigua que el edificio y de sección rectangular, consta de ocho cuerpos. Los cinco inferiores son medievales, los dos siguientes de sección decreciente son renacentistas y el último se edificó en el siglo XIX y es una torreta de ladrillo con cuatro pináculos en las esquinas.

Un rincón de la Historia de La Rioja: El Portalón

No siempre estuvo el Ayuntamiento de Logroño en su actual ubicación, ni siquiera en la conocida casa de los Chapiteles. Durante más de 300 años estuvo en un edificio de la calle Portales conocido en su tramo final como El Portalón.

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En el siglo XVI la calle Portales era conocida como la Herventia y convergía en su extremo este en la puerta Nueva de la muralla, junto a la casa que levantaron los Jiménez de Enciso. Además, en la concurrida vía se enclavaban algunas de las construcciones de mayor relevancia, como la Iglesia de Santa María de la Redonda. Junto a su cabecera terminó por instalarse la institución civil más importante, el ayuntamiento, al menos desde la segunda mitad de la centuria.

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Fue a mediados del siglo XVI cuando el ayuntamiento de la ciudad trasladó sus dependencias  desde detrás de la cabecera de la Iglesia de Santiago el Real

Los documentos de uso frecuente fueron llevados al nuevo Ayuntamiento y en la iglesia de Santiago el Real sólo quedó depositado el denominado “Archivo Mayor”.

La primera referencia a una sesión del ayuntamiento celebrada aquí data de 1572.

Allí debieron de quedar custodiados durante la epidemia de peste que se declaró en la ciudad a mediados de 1599, que obligó al concejo a celebrar sus sesiones en la vecina localidad de Villamediana de Iregua, llevándose consigo únicamente el Libro del Ayuntamiento.

A pesar de las medidas que el concejo había tomado para evitar la continua extracción de documentos de los archivos, la situación no mejoró. En los Libros de Actas Municipales encontramos numerosos acuerdos ordenando la búsqueda de documentación municipal y su inmediata devolución.

La primera noticia que hay sobre el portalón como Ayuntamiento, son unas obras realizadas en 1592, durante las cuales se celebraron las reuniones municipales en el Palacio del Obispo y en algunas casas particulares. Las cosas de valor de la capilla, mazas de plata y otros objetos se custodiaron en la casa de artillería (Junto a la puerta del Camino).

En 1594, se hicieron reuniones en casas de particulares y ocasionalmente en el palacio del Obispo a causa de las reformas arquitectónicas que se llevaban a cabo en el edificio. Las referencias a estas obras en las actas municipales no permiten precisar cuál era la ubicación concreta del archivo dentro del edificio del ayuntamiento y por tanto en qué manera pudo verse afectado por las reformas.

En 1675 la fachada del Portalón sufrió ruina, así como el tejado y los cuartos correspondientes a la calle de Caballería, a donde se abría una de las puertas principales. Los trabajos de reparación, dirigidos por el maestro Juan Raón, se iniciaron en el mes de julio y desde entonces, y hasta finales de año, el concejo pasó a reunirse unas veces en la Sala Capitular de la iglesia de Palacio y otras en la casa y posada del corregidor Francisco Cabeza de Vaca. Las obras duraron hasta 1677.

Hemos de suponer que en 1720 hubo reformas en el archivo de la ciudad, pues en sesión del 30 de mayo el concejo acordaba que José de Soto hiciera “las escrituras de las obras” del archivo y del matadero. Estas obras, que se iniciaron en el mes de julio, estaban ya concluidas a comienzos de diciembre del mismo año.

En 1730 se restauró la fachada, colocando el balcón corrido del primer piso y decorando las demás dependencias.

Varias décadas después, en 1764, el concejo decidía colocar una barra de hierro en la ventana de la habitación del archivo del Ayuntamiento para guardar con la debida seguridad el dinero de la “gran masa”, que había depositado en él tres años antes. Esta obra no se llegaría a realizar, de modo que la única ventana de esta sala que daba a la calle Caballería permanecía siempre cerrada con el fin de evitar el extravío de documentos y otros enseres custodiados en el archivo. Según denunció el regidor Diego Moreda en noviembre de 1776, el lugar carecía de la más mínima ventilación y había en él un hedor que lo hacía inhabitable. Por ello, se encargó a los señores Domingo Castilla y José Morentín la colocación de una verja que de arriba a abajo cogiese toda la ventana, de forma que se pudiesen abrir y cerrar las puertas-ventanas para dar luz y ventilación a la sala siempre que se creyera conveniente.

En la sesión celebrada en 13 de Junio de 1786, se acuerda convertir en pasadizo público, el portal de la casa que ya se venía usando hace un tiempo, comunicando las calles de Caballerías y Juan Lobo con la actual Portales, en esa época calle del Mercado. El portero se encargaba de que no se detuvieran las caballerías en el portal.

La casa se va quedando pequeña, en 1839 se construye otro piso, cuyo coste es 126.527 reales.

Pero al crecer la ciudad necesita crecer también su ayuntamiento. En la sesión de 29 de Abril de 1845, D. Rafael Eulate (teniente alcalde) propuso se construyera una nueva casa consistorial en el Palacio del Obispo sito en la Plaza de la Constitución, actual Plaza del Mercado, para lo cual se emitieron 150 acciones de 2000 reales, pero el 14 de Junio al no haber reunido lo suficiente para llevar a cabo el proyecto, se desestimó la construcción.

Quizá fue la incomodidad de tener la documentación dividida en dos archivos lo que motivó que, el 1 de junio de 1861, el concejo volviera a plantearse la necesidad de reunir el archivo de la iglesia de Santiago y el de la Casa Consistorial, que se encontraba entonces en la secretaría municipal, trasladando toda la documentación al piso bajo del Portalón donde estaban las dependencias de la Comisaría de Vigilancia. Dos meses después, el concejo encargaba la formación del presupuesto de las obras de habilitación del piso para archivo a Antonio Villanueva, que presentó una propuesta de 8752 reales.

El 21 de diciembre de 1861 una reunión del concejo desvela las malas condiciones que reunía esa casa consistorial dado que era insuficiente para la corporación, la alcaldía, sus tenencias y las propias oficinas municipales, a lo cual se sumaba que era considerada como “poco decorosa”. El ayuntamiento adquiere la casa conocida por la Casa de los Chapiteles el 30 de Julio de 1862 para residencia episcopal, en el supuesto de que se trasladara la sede episcopal de Calahorra a Logroño, cosa que finalmente no sucedió.

En sesión de 11 de Noviembre de 1865, se nombra una comisión formada por los señores: Alcalde (D. Diego de Francia y Allende Salazar –Marques de San Nicolás) , el teniente 3º (Sr. Fontana) y los regidores (Lorza, Rivas, Rodrigáñez y Ruiz); para que estudien y pasen informe a la Corporación sobre la conveniencia de trasladarse a la casa de los Chapiteles.

A partir de la fecha se toma la decisión del cambio, utilizando la casa del Portalón para Juzgado Municipal, escuelas y el terror de los chicos, la llamada “la trena”, por el sitio donde los municipales llevaban a los autores de las pequeñas fechorías infantiles.

El 19 de Abril de 1915 se acuerda enajenarla, al haberse derribado dos casas contiguas y con intención de que no desapareciese el pasadizo, se llega al acuerdo de abrir una calle perpendicular a la del Mercado; de 8 metros de anchura dando comunicación a las ya citadas calles de Caballerías y Juan Lobo con la del Mercado.

 

Un rincón de la Historia de La Rioja: Por qué el Cid es persona non grata aquí

Fue investido caballero alrededor del año 1060 en Zamora por el príncipe Sancho. Entre 1063 y 1072 fue el brazo derecho de Sancho y guerreó junto a él en diversas batallas. Probablemente, fue en la batalla de Graus (1063) donde peleó por primera vez, como aliado del Rey taifa de Zaragoza, Al-Muqtadir. Fue nombrado alférez del Rey cuando Sancho accedió al trono de Castilla (Sancho II) en 1065, quedando, por lo tanto, al mando de la milicia real.

En 1067 tiene lugar la Guerra de los tres Sanchos: Sancho Garcés IV de Navarra y Sancho Ramírez de Aragón contra Sancho II de Castilla. Aconteció en tierras de los actuales Burgos y la Rioja. Sancho II de Castilla quiso recuperar las tierras de la Bureba y la Rioja Alta, en posesión de Sancho Garcés IV de Navarra, su primo. Tras una serie de ataques por las fronteras, Sancho de Pamplona pide ayuda a su primo Sancho I Ramírez de Aragón. Las tropas castellanas, al mando de Sancho II y con el Cid como alférez real vencen a la alianza navarro-aragonesa. Ganan para Castilla la Bureba, los Montes de Oca y Pancorbo. El resto de la Rioja queda en manos navarras.

Como jefe de las tropas reales, acompañó a Sancho en la guerra que éste mantuvo con su hermano Alfonso VI, Rey de León y con su hermano García, Rey de Galicia, con el objeto de reunificar el reino dividido tras la muerte del padre.

Desempeñó un papel notable, sobre todo en las victorias castellanas de Llantada (1068) y Golpejera (1072). Tras esta última, Alfonso VI fue capturado y Sancho II se adueñó de León y, a continuación, de Galicia. Parte de la nobleza leonesa se sublevó y se hizo fuerte en Zamora, bajo el amparo de la infanta doña Urraca, hermana de los anteriores. Sancho II, con la ayuda de Díaz de Vivar, sitió la ciudad, pero murió asesinado por el noble zamorano Bellido Dolfos.

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Alfonso VI sucedió a su hermano en el trono del Reino de Castilla y en el de León. En su calidad de alférez real, el Cid tomó juramento a Alfonso VI en Santa Gadea, de no haber intervenido en la muerte de su hermano Sancho II. El nuevo Rey le sustituyó en el cargo de alférez real por García Ordóñez, Conde de Nájera.

A partir de ese momento el triángulo Alfonso VI, el Cid y García Ordóñez pasará por altibajos durante 20 años.

En 1079 García Ordóñez, conde de Nájera, fue enviado por Alfonso VI a recaudar las parias del rey taifa de Granada Abd Allah ibn Buluggin, ayudó a este a combatir contra Al-Mu’tamid de Sevilla, a quien defendía el Cid que también había sido enviado por el rey Alfonso VI con objeto de cobrarlas al rey de Sevilla. En esta contienda, en que se enfrentaron las huestes cristianas, venció el Cid, lo que aumentó la animadversión entre García Ordóñez  y el Campeador.

Un año más tarde se adentró en el reino de Taifa toledano, saqueando su zona oriental, que estaba bajo el amparo del Rey Alfonso VI, con el consiguiente disgusto.

En ese mismo año es acusado por buena parte de la corte de que se quedaba con parte de las parias que se cobraban a los reinos de Taifas.

Todo ello conduce al destierro decretado por Alfonso Via finales de 1080.

Desde 1081 a 1085 entra al servicio del rey musulmán de Zaragoza, luchando contra el rey de Aragón, el rey musulmán de Lérida,…

La derrota de 1086 de Alfonso VI frente a los almorávides acercó al monarca y al Cid, que guerreó bajo sus órdenes de 1087 hasta 1089, en que tiene lugar una nueva desobediencia de Rodrigo Díaz al no acudir al cerco de la ciudad de Aledo. Ello provocó su segundo destierro, esta vez hacia tierras levantinas, iniciando campañas a título individual y logrando victorias que le condujeron a recibir impuestos de varios taifas.

En la primavera de 1092 el Cid, al frente de un ejército de moros y cristianos, unidos en extraña alianza, irrumpió desde Zaragoza en tierras riojanas, tomó Alfaro, destruyó Alberite y saqueó Logroño ‘con gran encendimiento de fuego por toda la tierra, talando sus frutales, quemando sus cosechas, saqueando sus pueblos, persiguiendo a sus hombres y violando a sus mujeres desde Alfaro hasta Nájera.

Posteriormente en el 1095 Alfonso VI otorga el Fuero a Logroño para su repoblación. A partir de entonces, con el Camino de Santiago, Logroño se convierte en una ciudad fuerte y privilegiada por su situación geográfica.

Un rincón de la Historia de La Rioja: Monasterio de Suso

El Monasterio de Suso fue fundado por San Millán en el siglo V.

En 473 nace en Berceo, distante 2 km de San Millán. Hijo de un pastor, Millán ejerció ese oficio hasta la edad de veinte años, en que decide convertirse  en asceta.

En el 493 acude a los riscos de Bilibio, en busca del anacoreta Felix, de quien recibe formación durante 3 años. Después de ese momento se dirige a San Millán.

El sitio escogido para su retiro ascético fue en medio de una exuberante vegetación, en la vertiente oriental de la sierra de la Demanda (montes Discercios o Cogollanos), que separa la meseta del valle del Ebro. Allí levantó altares.

Sabedor el obispo Didimo de Tarazona de sus virtudes, le nombró sacerdote de su villa natal, Berceo, cargo que ejerció durante tres años. Otros clérigos le acusaron de malgastar los bienes eclesiásticos, dada su generosidad con los menesterosos, por lo que se apartó a las cuevas de Aidillo, lugar donde se construiría más adelante el Monasterio de Suso. Rápidamente se le unieron otros clérigos. En la roca del monte excavó su propia celda y allí vivió como asceta hasta su muerte.

Cerca del año 550, siendo rey Atanagildo, excavaron nuevas cuevas, colocadas en dos pisos que estaban unidos por un pozo, donde habitaba Millán.

En 574 muere allí San Millán a los 101 años (supuestamente tras avisar inútilmente al senado cántabro de la inminente invasión de los visigodos) y su eremitorio y sepulcro dará origen a un foco de peregrinación que se consolidará como monasterio.

Con la llegada de los árabes no cambió nada en aquel lugar y sus alrededores. Las tierras de las cuencas del Ebro y del Duero eran tierras de nadie, habitadas únicamente por ermitaños como Millán.

Su sepulcro se convirtió en lugar de peregrinaje al que acudían condes y reyes castellanos para encomendar sus batallas contra los musulmanes.

En 931 está en construcción el monasterio mozárabe de San Millán de la Cogolla de Suso (La Rioja), ampliando el cenobio visigótico, que estaba limitado a 4 cuevas anexas.

En 959 sucede la consagración del monasterio mozárabe de San Millán de la Cogolla de Suso (La Rioja).

En 984 sucederá la consagración de la iglesia mozárabe de San Millán de la Cogolla de Suso (La Rioja), construida en parte por mozárabes para ampliar la modesta estructura anterior y elaboración de los dos marfiles arábigo-andaluces con cenefas y animales, que allí se guardan. Los arcos de herradura marcan el límite de esta construcción.

Aquí un monje escribió las glosas Emilianenses, que eran anotaciones aclaratorias en los márgenes de las páginas escritas en latín. Dichas anotaciones estaban escritas en romance o en un precastellano poco evolucionado respecto del latín. En este monasterio aparecen a su vez las primeras anotaciones escritas en euskera, por lo que se ha considerado la cuna de dichos romances hispanos y del euskera.

En el último cuarto del s. X se enmarca la tradición los 7 infantes de Lara. Según ella, los siete hermanos, hijos del noble Gonzalo Gustioz, fueron capturados por los musulmanes en una emboscada preparada por Ruy Velázquez, trasladados a Córdoba y decapitados. Los cadáveres se condujeron a Castilla y según una tradición no textual, fueron depositados en unos sepulcros pétreos que se ubicaron en el pórtico meridional del monasterio de San Millán de la Cogolla de Suso. De este modo, el monasterio fue también conocido como panteón de los siete héroes castellanos.

A partir del siglo X resurge el Monasterio de Suso.

Almanzor dirige con 64 años, enfermo y en litera (no puede montar a caballo) su 56ª y última aceifa (verano), por Córdoba, Calatrava, Toledo, Guadalajara, Sigüenza, Medinaceli y Clunia (hoy Coruña del Conde; Burgos) (donde hay una guarnición musulmana), quema el poblado de Revenga (Burgos) (será reconstruido por su propietario, el Mº de San Millán de la Cogolla, a quien se lo ha donado el conde Sancho García), ataca el reino de Pamplona, aliado de Castilla y ahora bajo regencia de dos mujeres, avanza por Canales de la Sierra (La Rioja) (a sólo 50 km de Nájera, la sede del reino) y quema el monasterio mozárabe de San Millán de la Cogolla de Suso (La Rioja), santuario por excelencia para los castellanos y navarros, como Santiago lo era para los gallegos y leoneses y emprende camino de Burgos, la capital de su odiado enemigo, pero su enfermedad se agrava y la expedición debe abortarse, retirándose perseguido por Sancho García.

En 1030 concluye la restauración y ampliación (dos cuerpos de dos arcos, ya románicos) del monasterio de San Millán de la Cogolla de Suso (La Rioja), destruido por Almanzor, con ocasión de la canonización de este santo. En el acta de traslación del cuerpo de San Millán (14 may) se dice de Sancho III: “…reinando en Nájera, en Castilla y en León, el rey de las Españas”.

En 1053 comienza la construcción del monasterio de San Millán de Yuso. Pero eso ya es orrta historia.

Trinity College de Cambridge

Cuando llegas a Cambridge ves una ciudad pequeña, un poco provinciana, con una tetería allí y una pequeña iglesia allá.

Al adentrarte empiezas a ver los edificios de los colegios, sus aledaños y empiezas a pensar en cómo sería la vida hace unos siglos.

Al entrar en uno de los colegios y ver los letreros, las reseñas la gente que ha estudiado allí,,… te lo imaginas.

Cuando tienes la suerte de pasar unos días viviendo en uno de los colegios, comiendo en uno de los comedores, asistiendo a una conferencia en una de las aulas,… sencillamente es una de esas experiencias que te marcan en la vida.

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Un rincón de la Historia de La Rioja: Alfarería para el mundo

Durante la época romana en La Rioja los bienes de consumo se diversificaron en una gran variedad de productos distintos y diferenciados para cada uso, dando lugar a objetos que son testimonio de la perfección técnica, de sus gustos decorativos y en consecuencia, de sus ideas, usos y creencias al incorporar a la ornamentación escenas de la vida cotidiana o de los mitos religiosos. Uno de estos productos singulares y característicos fue la terra sigillata, literalmente barro sellado, cerámica de superficie roja brillante, hecha parcialmente a molde, que lleva estampillado en el barro tierno el sello del alfarero, lo que nos ha permitido no sólo conocer todos aquellos que se dedicaron a este oficio, sino la dispersión que alcanzaron sus piezas.

A mediados del siglo I d.C. Hispania tenía un gran número de centros productores alrededor de dos focos fundamentales: Andújar en Jaén, y Tritium Magallum, el actual entorno de Tricio de La Rioja, tan prolífica que hasta el s. III d.C. fue uno de los grandes abastecedores de vajilla de mesa del Imperio, habiéndose encontrado sellos de sus alfareros en Germania y Britania, entre otros muchos lugares.

Los centros riojanos de producción alfarera estaban en Bezares (Los Morteros), Arenzana de Arriba (La Puebla), Tricio (El Quemao, El Prado, Las Tejeras, Camino de Arcos), Camprovín, Arenzana de Abajo (finca de las Fuentecillas), Baños de Río Tobía (Bañuelos), Bobadilla y Manjarrés. Su máxima época de auge fue los s I y II d.C. En el s. III la actividad se vuelve a centrar en Tricio y en los s. IV y V se traslada a Nájera.

alfareria

Un rincón de la Historia de La Rioja: Santa María la Real de Nájera

Este monasterio, emblemático en la Historia de La Rioja, fue fundado en el s.XI, a raíz de una aparición de la virgen al rey de Navarra en estos terrenos. En esos momentos se trata de tierra fronteriza, de ahí el tipo de construcción exterior.

Reyes navarros enterrados, estilos superpuestos,…

Una visita obligada dentro del Camino de Santiago, antes de visitar Santo Domingo de la Calzada y abandonar tierras riojanas.

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Normandía: cementerios de la Segunda Guerra Mundial

Normandía es una región llena de contrastes y por ello mucho que ver: el Mont Saint Michel es el segundo monumento más visitado de Francia, solo detrás de la torre Eiffel, preciosas y luminosas playas, la región del exquisito Calvados,…

Una de las causas por la que Normandía es conocida en todo el mundo es el desembarco que lleva su nombre, dentro de la Segunda Guerra Mundial. Los cementerios son pequeños, dispersos, nada que ver con la majestuosidad de Arlington o los de las Ardenas pero te retuercen igual el corazón al ver las edades, como van disminuyendo a lo largo de la guerra, los mensajes de los seres queridos y en definitiva estar unos al lado de los otros, al fin.

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Balneario de Panticosa

 Llevaba tiempo queriendo hablar de este rincón en un valle lateral del valle de Tena. Y si no lo he hecho antes es por una mezcla de nostalgia y tristeza al ver en lo que se ha convertido. Pero hagamos un poco de historia.

El camino que unía Caesaraugusta y Osca con la Galia remontando el cauce del río Gállego, pasaba muy cerquita de unas aguas termales usadas por los autóctonos. Fue suficiente para que los romanos las comenzaran a usar.

Las invasiones bárbaras los dejaron en el olvido hasta que a finales del s. XVII se vuelve a tener referencia.  En 1693, los jurados del Quiñón de Panticosa, (propietarios de los baños) firmaban un contrato con los albañiles de Lanuza para construir en un año la primera casa de los Baños. El Quiñón se hacía cargo de los gastos. La construcción de este primer edificio, reflejaba sin duda la importancia que iba adquiriendo la actividad Balnearia de Panticosa. Al final de la última década del siglo XVIII, el Balneario conoce un cierto auge y provoca en algunas autoridades una gran preocupación por su estado y su futuro. A final de 1826 Fernando VII optó por la concesión de los Baños.

Nicolás Guallart, rico hacendado de Bubal, había enviado al Rey Fernando VII un escrito explicando el deplorable estado de los Baños de Panticosa y ofreciéndose a acondicionarlos. En1826, Fernando VII expropia las instalaciones, obligando al Quiñón a ceder el privilegio de explotación de las aguas medicinales y su radio a Nicolás Guallart. Las condiciones de explotación incluían el pago anual de un canon en metálico al Quiñón y un número de plazas gratuitas a sus habitantes. Entre 1827 y 1844, Guallart construye el núcleo del Balneario (ocho edificaciones), y él y sus sucesores continúan con la explotación hasta 1899.

El Balneario de Panticosa se convirtió, a lo largo del siglo XIX, en uno de los mayores y prestigiosos de España, configurándose como villa balnearia capaz de albergar a mas de mil quinientas personas (capacidad asombrosa para las dimensiones que los centros turísticos tenían en aquellas fechas). Esta oferta de alojamiento era incluso mayor que la de Santander o San Sebastián.

Los edificios construidos eran típicamente balnearios, con hoteles, villas y servicios varios que lo dotaron de una cierta organización interna y autónoma. De arquitectura de montaña con influencias francesas, la estética y el porte del Balneario, en su conjunto era de autentico lujo, que supieron apreciar muy bien los personajes mas ilustres de la época y los representantes de la alta burguesía aragonesa, catalana, vasca y de Madrid.

Su máximo esplendor social y económico tuvo lugar entre finales del SXIX y  principios del SXX.

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Con el paso de los años, las instalaciones que maravillaron a sus primeros veraneantes fueron volviéndose anticuadas, pero como a las personas a las que se quiere, se lo perdonábamos todo. Como contrapartida se disfrutaba de un sitio con el encanto  de lo decadente, no solo en los edificios o en la decoración, sino también en el servicio, vestido y con modales de otra época. En una sala se tomaba chocolate con loza del s.XIX y en la de al lado se veía un piano de cola con unos orejeros de los que disfrutaba Ramón y Cajal en sus estancias en el balneario.

Y así llegamos al año 2000, en el que las instalaciones fueron adquiridas por el «Grupo NOZAR» para llevar a cabo la rehabilitación integral del conjunto y su posterior explotación termal, rebautizado como Panticosa Resort. Las intervenciones llevadas a cabo, no muy conservadoras con el paisaje y el patrimonio arquitectónico original, han transformado la fisionomía del conjunto y han provocado numerosas críticas.

La crisis económica supuso el cierre temporal del Gran Hotel en 2008 y una serie de problemas de diversa índole, llegando incluso a afectar al grupo propietario, dejando el aparcamiento diseñado por Moneo sin concluir pero con un desmonte brutal y hormigón  al cuadrado y algunos restos dispersos de la obra inconclusa, en especial junto a la casa de piedra del final del balneario.

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Como es mi blog daré mi opinión: probablemente se podía haber sido un poco menos ambicioso en el proyecto y un poco más respetuoso con la historia y en el entorno. Así hoy no estaría tan en precario. Con mucho encanto, con un entorno sin igual, pero en precario.

Un rincón de la Historia de La Rioja: de reino a Comunidad Autónoma

Para los que no son de esos pocos elegidos que han nacido en La Rioja,  que decíamos el primer día de este blog, es difícil comprender como en 160 años un territorio pasa de no aparecer en el mapa a ser una Comunidad Autónoma.

Para todos repasamos esos años:

Desde la reconquista y durante varios siglos el territorio fue pasando de manos castellanas a navarras y viceversa.

A partir del s. XI, con el asesinato de Sancho IV de Navarra en 1076, las tierras riojanas pasan a control indefinido por parte de Castilla. La Rioja fue durante esos años una región periférica, lindante con Navarra y con Aragón, de escasa importancia dentro la compleja corte castellano-leonesa-asturiana-gallega. Pasa de ser la cuarta parte del reino de Navarra, el más diversificado y rico a ser el 3% del reino de Castilla. Pasa de albergar la corte habitualmente en Nájera a no albergarla nunca y estar como mínimo a 200 km de la época.

Desde 1492 hablamos de España y las tierras riojanas están adscritas a la provincia de Burgos, en ocasiones con parte adscrita a la de Soria. Independientemente de la organización, este hecho permanece inalterable durante más de 300 años.

Los austrias organizan España por provincias. Con los borbones tampoco afectan a La Rioja los cambios.

En 1810, bajo el dominio francés, es similar y se encuadra en la prefectura de Arlanzón, con las subprefecturas de Burgos, Logroño y Calahorra.

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Durante la guerra de Independencia, se crean juntas en Cameros y en otros puntos de la Rioja, que actúan con mucha autonomía respecto a la de Burgos, lo que genera roces y pone de manifiesto las ganas de mayor protagonismo de las tierras riojanas.

El trienio liberal (1820-1823) supone, por primera vez en la Historia el reconocimiento de una provincia de Logroño, con la reorganización territorial de 1822, que quedó abolida cuando Fernando VII retoma el control en 1823.

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Inmediatamente después de la muerte del rey absolutista, en 1833, se retoma el proyecto de 1822, con ciertas modificaciones, dejando la provincia tal cual es hoy y encuadrada en la región de Castilla la Vieja.

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Aunque ya en 1931 se oyen algunas voces solicitando el cambio de nombre, no es hasta 1980 que se cambia la denominación de provincia de Logroño por la de La Rioja.

En 1982, con la llegada de la España de las autonomías se crea la Comunidad Autónoma de La Rioja.

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Han pasado poco más de 30 años y ahora parece que hemos sido una Comunidad Autónoma de toda la vida. Pero ya hemos visto que no siempre ha sido así. Como anécdota, en estos 30 años la población ha aumentado en 70.000 habs. (un 28% más).