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Kintzheim

Cinco minutos para la tormenta

Rincones de Estrasburgo

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Colmar, solo para enamorados

Colmar no es Estrasburgo.

No está lleno de burócratas con trajes caros y maletines con documentos. No tiene grandes edificios acristalados  que se reflejan en los canales. No es políglota.

Colmar es otra cosa. Es la estatua de la libertad, réplica de la de Nueva York, en recuerdo de la ciudad al escultor Auguste Bartholdi, creador de la original y originario de esta ciudad.

Colmar es atardeceres románticos, flores olorosas que desafían la gravedad por doquier.

Colmar es farolillos que casi no dan luz.

Colmar es restaurante pequeño en un rincón, casi oculto, con el encanto de los sabores de ayer, de la cocina de la abuela.

Colmar es paseo en barca mientras va anocheciendo, con el barquero contando viejas historias reales o quizás no, mientras dejas atrás una familia de patos.

Colmar es copita o copitas de vino Riesling, que ahuyenta la tristeza, suelta la lengua y aviva la pasión.

Colmar es… el paraíso para enamorados.

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