Orientada al norte y lejos del Sardinero, la Magdalena y todo el Santander turístico, este rincón, muy apreciado por los santanderinos, permite ver el mar bravo en estado puro.
No hace mucho se abrió un centro de interpretación de la zona, con ciertas limitaciones, pero que ha permitido construir un espléndido mirador sobre el mismo. Y desde allí ver las legiones de olas dirigirse a la conquista de la costa, que resiste día a día, milenio a milenio.
Ver la erosión en las rocas o el subir de la marea por momentos es maravilloso. El tiempo parece pararse y el viento, el batir de las olas y la soledad de la zona en un día nublado te permiten aislarte y fundirte con la Naturaleza.
Cerca de esta zona hay unos barecitos de toda la vida, sin pretensiones pero con buena materia prima, donde descansar y huir del viento.
Ahí enfrente la estatua amarilla del marinero, siempre sin poder llegara tierra.
No lejos queda el pequeño castillo de carbonera, Liencres,… Pero es es ya otra historia.
Hay un restaurante en Santander, fuera de los circuitos que frecuentan los turistas, que hacen que merezca la pena una escapada a la capital de Cantabria.
Su propietario, Koldo, es un auténtico fenómeno.
Con los chefs pasa como con los médicos, se da por hecho que saben cocinar. Por ello valoras y agradeces un trato próximo, unas recomendaciones acertadas a la hora de elegir el menú… un hacerte sentir como en casa, o como el mejor cliente que jamás tuvo el restaurante.
La comida que recientemente disfruté me hace llorar de gozo solo con recordarla.
El puente medieval de Castro Urdiales es uno de los escasos puentes medievales de la región. Constituye junto con la Ermita Santa Ana una de las imágenes más conocidas y singulares de Castro Urdiales.
El ver cómo rompen las olas tras pasar bajo el puente es un espectáculo que merece mucho la pena. Siempre concurrido de gente joven que incluso en invierno se arriesgan a quedar empapados tras la acometida de la última ola.
La ermita se construyó sobre un peñasco rocoso existente junto a la línea costera, el Canto de Santa Ana. Aunque el edificio actual, de sencilla planta rectangular, es de 1941 se ha construido sobre los restos de edificaciones anteriores, que han sido bien documentadas a raíz de las recientes excavaciones. En dichas excavaciones además de haberse hallado materiales del Solutrense (Paleolítico Superior), se han distinguido doce fases constructivas, desde la época romana hasta la actualidad, de las que se conservan los cimientos de los muros.
Mediante un puente de piedra de sillería provisto de un gran arco apuntado, el Cerro de Santa María se comunicaba con la Ermita de Santa Ana.
Completa este conjunto el Puente Medieval realizado en estilo gótico, también se le conoce como puente romano o puente viejo. Tiene un solo arco, y su función era la de facilitar el acceso a la Ermita de Santa Ana. En la parte exterior del parapeto norte hay un sillar de piedra arenisca en el que se pueden leer las letras MC y los números 617, que pueden corresponder a alguna fecha de reconstrucción.Las olas en 2014 alcanzaron un nivel de temporal.
Más datos sobre qué ver en esta preciosa ciudad cántabra.
Es imposible saber cómo es levantarse en el paraíso. Quizás el paraíso no existe. O es posible que el paraíso haya que buscarlo hacia adentro en lugar de hacia fuera.
Y sin embargo, hay veces que yendo de aquí para allá ves una casa con un entorno especial. Y te imaginas cómo debe de ser cada mañana abrir la ventana y, en lugar de una calle y coches, ves algo diferente, muy diferente, que te gustaría tener como primera imagen del día.
Esta es la sensación que tuve al ver esta casita. El día era desapacible, soplaba un fuerte viento y amenazaba lluvia. El sol había huido y sólo había nubes y más nubes.