Vas recorriendo tu excursión, adentrándote más en la espesura, bosque adentro.
Te imaginas que en cualquier momento una cierva con sus cervatillos se van a cruzar en tu camino o que un jabalí receloso te va a estar vigilando en la media distancia.
Solo se oyen unos pajarillos en su sinfonía particular y el ruido del agua cuando el camino se acerca al río.
Sueñas que eres el rey del bosque, de hasta donde abarca la vista, casi como le gustaba decir a Felipe II, en mis dominios no se pone el sol.
Te das cuenta de lo grandiosa que es la Naturaleza, de lo inmensamente pequeño, casi insignificante que es el género humano al estar rodeado de estas grandes cumbres, con árboles centenarios, con ríos de aguas cristalinas,…
Piensas por un momento que no hay otro ser humano en kilómetros a la redonda.
Y de repente ves una casita a lo lejos. ¿Estará abandonada?, ¿Quién la construiría?, ¿Qué historias esconderá a lo largo de sus años o siglos?.
Súbitamente ves salir un hijito de humo por la chimenea, justo bajo el espanta brujas, dándole un aspecto novelesco.
La casa está habitada, en mitad del bosque de Añisclo. ¿Quién vivirá allí?. Y te entran unas ganas tremendas de llamar a la puerta y ver quien te recibe.
Sin darte cuenta estás sentado alrededor de una mesa de madera, que se nota hecha por las manos de quien te habla.
Es un señor mayor, aún no anciano, pero el pelo blanco atestigua que ha visto muchas nevadas en su vida.
La casa fue construida por sus padres, hace ya años, cuando el contrabando y algo de ganado hacían de aquellos parajes casi un paraíso. De aquel matrimonio, ya fallecido, nacieron dos niñas, que se fueron a Huesca a estudiar y ya se quedaron allí.
Y quedó nuestro anfitrión, viviendo la vida que había aprendido a vivir desde niño, en armonía con el bosque que rodea su casa.
Él es el verdadero rey del bosque. Estaba equivocado.
Dentro del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, el cañón de Añisclo o del río Bellos se sitúa en el Pirineo de Huesca,, al sur del macizo de Monte Perdido, discurriendo rectilíneamente en dirección Sur durante más de 10 km, desde el Circo de Añisclo a los pies del mismo Monte Perdido, hasta la confluencia con el valle del río Aso.