Lince con hambre

A la espera de las brujas

Aunque no se les ve, seguro que están por ahí.

Aguas bravas en Benasque

Se cierne la niebla. Llega el frío

Nubes bajas en el Pirineo

Espléndido mirador en Javierrelatre

Vida en pareja

Naturaleza voladora

Maravillosa criatura

Mariposas en el campo

Papillon

Soportando una y mil tormentas

Son esos tejados antiguos, desgastados por la lluvia, por el viento, por la nieve, el granizo,…

Soluciones de otra época como colocar una piedra para que la lasca más expuesta a las inclemencias soporte los ataques atmosféricos.

Y sin embargo, ahí perduran, sin alambre que sujete, sin ningún tipo de ayuda humana más allá de la que participó para colocar la techumbre.

Definitivamente antes de hacían las cosas con el ánimo de que perduraran y no con el manto efímero que ahora envuelve todo, hasta las relaciones entre las personas.

 

Alta y erguida

Las redondas chimeneas del Pirineo aragonés, con sus espantabrujas coronándolas, se alzan aquí y allá, recordando los antiguos lares.

Generalmente más anchas y más bajas, de vez en cuando encuentras alguna como esta de Larrede, en los preámbulos del valle de Tena, más alta, más erguida, más majestuosa, como queriendo recordar a los visitantes que aquí hubo y hay poderío.

Una maravilla para la vista y seguro que con un bien tiro que hará las delicias de los cocineros de la casa.

Tesoro escondido

Panticosa. Espectacular hasta en verano.

La estación de esquí de Panticosa es más pequeña que su hermana de valle, Formigal. Tiene menos pistas, son más cortas, más estrechas,…

En invierno no se puede comparar la marcha que hay en una y la que hay en otra, el pueblo de Panticosa. No en vano, Formigal no es pueblo, sino que es, digamos un barrio de Sallent de Gállego.

Pero que no se me entienda mal. Panticosa, tanto la estación, como el pueblo, tanto en invierno como en verano, es lo que los ingleses llaman cosy, algo así como entrañable, que te apetece estar y estar allí, que te genera bienestar.

Y cuando llega el verano se alzan cual gigantes las montañas que rodean al valle. Excursiones para todas las piernas, paisajes infinitos y para descansar… un ratito en el balneario de Panticosa, unos kilómetros más arriba. Allí sí que tienes la sensación, en la piscina exterior que puedes llegar a tocar el cielo porque eres casi un dios.

Moraleja: no siempre lo más grande ni lo más de moda ni lo más caro… es lo más cosy. 😉