Cádiz tiene un algo especial. El barrio de la Viña es su núcleo. La taberna Manteca es el epicentro de ese universo maravilloso.
Se habla de la luz inmensa que se mete por cada rendija y lo inunda todo. Se habla de sus eternas playas del azul más puro que ojo alguno haya visto jamás. Se habla de la gracia especial de sus gentes, con sus chirigotas carnavelescas como manifestación más conocida, pero que se adivina en cada comentario, en cada apreciación con sorna, en cada piropo,… Se habla de su temperatura ideal, sin las temperaturas frías del Cantábrico o los calores extremos del verano de otras partes de Andalucía, gracias a esa suave brisa que atempera todo. Se habla de sus frituras, sus tortillas de camarón, de sus Pedro Ximénez que conmueven el cuerpo y el espíritu,..
En realidad es todo y no es nada. En una reciente visita a Sevilla me hacían este comentario que me parece singular y acertado: «Es que Cádiz es especial y los gaditanos más. Es donde más paro hay, donde se dan las tasas más altas de pobreza,… pero es donde la gente es más feliz. Por algo será. Es como si hubieran traído Cuba a España».
Una vez que he declarado estar enamorado de Cádiz ¿se nota, no?, continuemos.
Cádiz tiene barrios muy interesantes pero para mí, el que no te puedes perder es el que se conoce como el de La Viña, en recuerdo de las viñas existentes allí hasta que en el s. XVIII comienza a edificarse la zona, debido al fuerte incremento demográfico experimentado en la ciudad a raíz del auge del comercio con América. Por su situación alejada del puerto no despertó gran interés entre los cargadores a Indias, por lo que fue habitado por clases populares dependientes de la actividad pesquera de la playa de La Caleta.
Se trata de unas cuantas calles, situado en el extremo suroccidental de la ciudad y delimitado por las calles de la Rosa y Sagasta, que lo separan de los barrios de El Balón y San Juan respectivamente. Calles empedradas, gente humilde, el origen del carnaval,… (la plaza del Tío de la Tiza es en honor al creador de la música carnavalera gaditana).
Es una zona de la ciudad para callejear y callejear, disfrutando de un portal aquí, unos maceteros allá, una virgen con flores un poco más adelante… y de sus restaurantes (El Faro me encanta), pero sobre todo de los numerosos bares y tabernas que pueblan el barrio de La Viña.
Es difícil escoger solo uno, pero si hay que mojarse solo con uno, me quedo con La Taberna Casa Manteca, creada en 1953. Llevan mucha fama sus chacinas (no te vayas sin probar sus chicharrones), pero su gamba blanca es sublime, el jamoncito ummmm, el tomate genial,… Y por encima de todo un sabor a auténtico que te hace sentir Cádiz. Sus camareros, la gente que acude allí, el vendedor ambulante de almendras tostadas,…hasta tiene un pequeño burladero junto a los baños. Y todo a un precio que te hace preguntarte si se han equivocado. No, la cuenta es maravillosamente correcta. No busques nueva cocina ni pinchos de diseño, ni pulcritud absoluta. esto es otra cosa.
Y para finalizar el paseo, caminar hasta la Caleta y el Castillo de San Sebastián, disfrutar de una apuesta del sol y a soñar en pasar el resto de tus días por estas tierras.