Hasta luego Ericeira, que no adiós.
Ericiera ha sido una de las gratas sorpresas de la visita a Portugal.
Buscaba en este viaje salir, aparte de la visita recuerdo a Lisboa, conocer ese otro Portugal menos conocido, más auténtico, menos preparado para el turismo, con más esencia. Y con este pequeño pueblo, otrora de pescadores, lo he conseguido.
Poco más de 10.000 habs y a unos 35 km de la capital, la hacen un destino de lisboetas que hacen que una buena parte del turismo sea portugués. Pero lo que hasta hace unos años era un flamante puerto pesquero, observador de partidas históricas, como la de los últimos reyes de Portugal a su destierro, hoy en día es conocido en todo el mundo de los surferos por ser un destino único para la práctica de este deporte-diversión.
Todos estos factores han hecho que convivan buenos hoteles con hoteles más económicos y hostales más asequibles para los bolsillos de estos generalmente jóvenes.
El pueblo es una gran mezcla de modestas casas de pescadores, casas con más posibles con influencia decorativa asiática, quizás de lo que fue su colonia de Macao y nuevas, funcionales y más feas construcciones levantadas para dar servicio a toda la marabunta de turistas.
Pese a mi comentario anterior, debo decir que no he tenido sensación de agobio, ni en las playas (tiene 7), ni en los restaurantes (buen marisco, aunque para mi gusto peor tratado que en Galicia y espléndidos pescados a la brasa) o cafeterías (aunque hay que reservar), pese a ser temporada alta y hacer un tiempo espléndido.
Por todo esto no digo adiós sino hasta luego a este pequeño paraíso portugués. Mucho menos conocido que el Algarve, pero con mucho encanto y con el atractivo de estar más cerca del circuito cultural que se suele hacer en Portugal )Lisboa, Coimbra, Braga,…)