Bosnia- Herzegovina es un país o quizás dos y hasta no hace mucho tres.
Esa mezcla convivió, como cualquier relación, con altos y bajos. Pera existía convivencia de religiones, mentalidad, filosofía de vida, tradiciones,…
Todo acabó con la guerra de los Balcanes. Y nunca volverá a ser como antes. Está todo aún muy reciente y se hicieron tales atrocidades que se necesitan varias generaciones para que el tiempo realice su labor de cura por segunda intención, como decimos en medicina.
Hoy Bosnia-Herzegovina y Mostar en particular, no es un país sino un sumatorio de dos comunidades, la bosníaca musulmana y la croata católica. Viven de espaldas una a la otra y se empecinaba en que así siga siendo.
El archivamos río sirve de división y realmente es como si cambiases de país. La parte croata floreciente, con construcciones por doquier, ansias occidentales, modernidad,… La parte bosníaca recogida sobre sí misma, más pobre, con sus casas antiguas, sus tradiciones,…
No conocí Mostar antes pero ahora resulta sobrecogedora. Y más aún si te imaginas que ha sido hace cuatro días, mucho después de que los europeos nos jurásemos a nosotros mismos, tras la segunda guerra mundial, que nunca volverían a pasar esas cosas en suelo europeo.