Alfa y Omega. Principio y fin.
Es curioso esto de la vida. Todos recorremos ciclos parecidos. Cambia el escenario, pero la obra de teatro que representamos es tremendamente parecida.
Comienzas a salir del protector hogar que te ha mantenido a resguardo durante años y años, esa especie de huevo agrandado o de burbuja gigante, crees que la vida es eterna.
Y actúas en consecuencia. No quieres escuchar los consejos de la gente que te quiere y que tiene más experiencia que tú. Esos que te aconsejan no entienden los cambios que ha dado la vida. Ahora las cosas son diferentes.
Eres el ser más listo que ha existido jamás y, en el supuesto de que llegues a cometer algún error, quieres aprender de tus propios errores. Y como tienes todo el tiempo del mundo, tampoco hay tanta prisa por avanzar, habrá tiempo para todo.
Con el paso del tiempo, tras errores y errores cometidos, habiendo tenido que redirigirse tu vida, tu futuro, tu… vas aprendiendo que la vida no es eterna, que hay que disfrutarla y que los errores, si se pueden evitar o minimizar, mejor que mejor.
El problema es que para cuando has aprendido todas esas lecciones la flor ya no es preciosa sino que se va ajando.
Aún así, esté como esté tu rosa, despliégate en todo tu esplendor y dile al mundo que eres la flor más bonita del jardín… y lo vas a demostrar.
Lo primero porque es verdad, lo segundo porque tú lo vales y lo tercero y más importante, porque el alfa dura hasta el último instante antes del omega.