Estás viviendo tu vida y, de pronto, algo sucede que lo cambia todo. Una persona que conoces, una situación que vives, un cambio en el trabajo…
Lo que antes era monótono, moviéndose en una escala de grises, pasa a ser diferente, con mil colores y diez mil y cien mil tonos.
Antes pasabas junto a un niño que lloraba y pensabas qué mal educado está y te contrariaba. Y ahora piensas pobrecillo, ¿qué le dolerá?. Quizás tenga hambre.
Como quiera que el mundo es exactamente igual antes que después, lo que está claro es que lo que cambia es nosotros mismos, nuestro estado de ánimo…
Así que intentemos cada mañana asomarnos a la ventana, ver lo precioso que es el día, gritarle al mundo buenos días y decirnos a nosotros mismo que vamos a tener una magnífica jornada.
Estás a las puertas de la felicidad. Depende sólo de tí quedarte fuera o cruzarlas y ser plenamente feliz.
El resto vendrá solo. El niño volverá a llorar, las cosas se darán mejor o peor… pero la botella ya empezará medio llena.