Los pueblos riojanos en general y de manera especial los que tienen tradición milenaria de mimar el vino, están literalmente taladrados bajo tierra, sirviendo ese terreno ganado a la madre naturaleza para cuidar y preservar el precioso oro polifenólico, también llamado vino 😉
Allí se recogía la uva tras la vendimia, se pisaba para obtener el mosto, se trasegaba, envejecía….
En realidad, las chimeneas es el antiguo sistema de ventilación de las bodegas subterráneas: unas torres en forma de ‘respiradero’ con los que oxigenar los calados -o cuevas- de las bodegas de Rioja y facilitar la salida del gas carbónico que emana la uva durante la fermentación (tufo).
Y por supuesto se disfrutaba, con unas buenas chuletillas de cordero hechas a la parrilla y con los sarmientos obtenidos de las cepas de la anterior cosecha como combustible inmejorable o unas patatas con chorizo o unos caparrones (alubias rojas) con sacramento.
Estos son en definitiva los motivos por los que se suelen ver chimeneas como nacidas del suelo. La explicación es que por debajo hay toda una vida, al cobijo del calor y del frío, donde se sigue haciendo mucha mucha vida.
La foto está sacada en la zona alta de Briñas, en el espacio conocido como El Rollo, el mirador del Ebro. Merece la pena subir las rampas y ver el Ebro a tus pies y las viñas poblando el otro lado del río. Al fondo el castillo de Davalillo y más allá el monte San Lorenzo, en la sierra de la Demanda.
Para completar la jornada hay que visitar una bodega. Hay varias y con unos vinos muy ricos. Una propuesta: Bodegas Tobelos de camino a Haro.