There’s a place in my life waiting for you

Mil historias y un destino

Loving in Prague

Golden hour in Prague

One of my favorite corners in Prague

Two civilizations

Memories from the past

Novias en el puente de San Carlos de Praga

Como ya he escrito antes, el madrugar permite recorrer las ciudades y conocer situaciones, personajes que sería imposible toparse con ellos de otra manera.

En mi reciente visita a Praga y siguiendo con esta costumbre, me acerqué hasta el puente San Carlos, con la idea de poder disfrutar del mismo sin turistas (o casi) y poder sacar alguna fotografía sin turistas invadiendo todo.

Y me llevé una sorpresa tremenda, difícil de imaginar si no lo presencias.

Hasta seis novias, todas asiáticas. Lo siento pero soy incapaz de distinguir sus nacionalidades.

Todas las novias haciendo su reportaje de bodas, posando solas mayoritariamente y posteriormente permitiendo que el «mal necesario» para el reportaje de bodas, apareciese en alguna instantánea.

Todas orgullosas y radiantes, como cualquier novia, con estética peculiar y diciendo al mundo, aquí estoy yo.

Curioso, ¿no?

Merece la pena madrugar.

Navegando por el Vístula

Reloj no marques las horas

A los pies de la iglesia Tyn de Praga

Detalles de Praga

Czech dreams. Dreams in a bubble.

I have always marveled at the magic of giant bubbles and how they hypnotize the little ones.
It seems to me that dreams come back inside and the little giants always like to explode the bubbles to discover the dreams that are inside.

Praga, ciudad maravillosa,… pero

Hace unos días titulaba una foto de la capital checa con este título, que dejaba entrever que Praga tiene muchas lecturas.

No seré yo quien diga que Praga no es una ciudad bonita, aún más, es una ciudad preciosa. De las ciudades más bonitas de Europa.

La primera vez que estuve en Praga fue hace veinticinco años. Era una ciudad que empezaba a despertarse de su letargo comunista y que ansiaba VIVIR. Se notaba en cualquier rincón, en cualquier monumento, en cualquier tienda.

Era una auténtica maravilla para el turista. Se respiraba sabor, frescura y unos precios sencillamente maravillosos.

Desde entonces he tenido ocasión de volver varias veces. Cada vez más perfecta, con los edificios mejor cuidados, con más y mejores servicios,… pero, lo siento, cada vez con menos sabor, menos sensaciones positivas y muchos más turistas y todo mucho más caro.

Praga sigue siendo una ciudad preciosa, pero para mí ha perdido una parte de su encanto. Y lamentablemente creo que no volverá.

La última incorporación al elenco «para turistas» son los trillo, una especie de cucuruchos, en forma de espiral, hechos en la misma tienda y rellenos de crema o manzana. Praga está hoy día invadida de estos puestos.

Pues bien, nunca en mis viajes anteriores había visto algo similar. No se trata de una tradición ancestral praguense. Es un invento para turistas. Aunque debo reconocer que de un éxito tremendo.

Pagar por ver las iglesias. Una costumbre cada vez más extendida.

catedral de San Vito de Praga

La costumbre de pagar por ver las iglesias no ha existido siempre.

Tras entrar en la catedral de Praga, dedicada a San Vito, en lo más alto del barrio alto de Hradcany y con una lluvia impertinente fuera, me topé con una amable señorita que me indicaba que, a partir de aquel punto había que pagar entrada si se quería visitar la catedral.

No me extrañó ya que se trata de una costumbre cada vez más extendida por todo el mundo. El problema es que la entrada había que sacarla en una oficina fuera del centro y el diluvio universal me retraía un poco a ir a sacar el papelito que permitiera el acceso al resto de la preciosa y enorme catedral gótica.

La evolución:

Así que me quedé un rato disfrutando del centro y pensando en la época, cada vez más lejana en la que se podían visitar las iglesias «gratis total», a cualquier hora. Los creyentes echaban una limosna y a otra cosa mariposa.

A esta época siguió otra en la que no se permitían las visitas durante la celebración de la misa. Algo totalmente comprensible. 

El siguiente paso fue que para ver ciertos retablos, el claustro, la cripta,…había que pagar en aquellos templos especialmente interesantes desde el punto de vista arquitectónico.

Luego siguió la fase de pagar por visitar los centros en su totalidad. La primera vez que lo vi en la abadía de Westminster en Londres pensé que cómo son estos ingleses. La segunda fue en la catedral de Barcelona. Y pensé cómo son estos catalanes. 

Por desgracia o quizás por necesidad, se extendió por los grandes templos de la cristiandad.

Y así se llegó a la fase actual en la que hay que pagar por entrar a ver a veces pequeñas iglesias de pequeños pueblos, con escaso interés.

Supongo que no hay otra manera de conservar el inmenso patrimonio que nos legaron los antepasados, pero… Cómo ha cambiado esto de la visita a los templos.